“If
you’re a religious person… You might wanna put that out for about five minutes”
Tim
Minchin mola. Y vosotros no.
Bueno,
a ver, vosotros no sé, porque no os conozco a todos en persona. A Tim tampoco,
pero solo con verle ya piensas “este tío esconde algo”. Y no es que lo esconda,
es que grita su gracia y su talento a los cuatro vientos, normalmente, desde el momento en que le descubres (aunque en mi caso fue al redescubrirle... Ya le conocía tiempo ha gracias a una querida amiga inglesa de nombre Iona, a la que agradezco que me lo descubriera en primer lugar).
Como
digo, solo basta con mirarle. Ojos claros, melena rubia desgreñada. Barba
descuidada. Acento australiano, herencia del lugar donde se crió (aunque
naciera en Inglaterra). Pies descalzos, siempre. Y muchas, muchas ganas de
crear polémica. No solo eso, sino que es una persona tremendamente prolífica,
capaz de saltar de la seriedad de un cover del “Hallelujah” de Cohen al
registro de músico cómico que tan popular le ha hecho, pasando por musicales
como el tremendamente popular Jesucristo Superstar, donde su interpretación de
Judas fagocitó sin la menor discusión al resto del reparto (ex-Spice Girl
incluida); o Matilda, el Musical, en
que la música y las letras las compuso él. Además, no solo es un cantante
fabuloso, sino también un pianista con un talento enorme. Su talento como
showman podía haberle convertido en una estrella del rock, pero en sus propias
palabras esa esperanza acabó cuando “lo jodí, como todo lo demás, por no saber
tomármelo en serio”. Todo un genio.