miércoles, 1 de mayo de 2013
Iron Maiden - Seventh Son of a Seventh Son (1988)
Seven deadly sins
Seven ways to win
Seven holy paths to hell
and your trip begins.
Seven downhill slopes
Seven bloody hopes
Seven are your burning fires
Seven your desires...
Llevamos como un año con esta crítica pendiente. Siendo un clásico del metal, y George un fanático del metal, no me parecía apropiado hacerla yo. Con la incorporación de otro heavy como es Blaze, menos todavía. Pero después de muchas negociaciones con nuestro querido espartano, creo que ya estoy en posición para atacar a los Maiden.
Iba a hacer aquí una especie de flash-back a "momentos anti-metal de Quixote", como ese podcast en el que me burlé de Killswitch Engage, o cuando cuestionaron mi sexualidad por decir que prefiero a Van Morrison antes que a Mercyful Fate. No creo que eso ponga al público de mi parte, así que voy a evitar mi postura habitual.
Pero lo cierto es que mis tres títulos preferidos del metal son este, "Holy Diver" de Mr. Ronnie James Dio y "Operation: Mindcrime", de los Queensrÿche. Ninguno de los tres es especialmente heavy, ni trallero, ni ruidoso, ni nada por el estilo. De hecho, son discos perfectos para aquellos que piensen que el metal no es más que cacofonía insoportable, ya que servirán para hacerles cambiar de opinión. Y se irán acostumbrando, poco a poco, hasta que Napalm Death les parezca igual de asequible que los Backstreet Boys (yo estoy en la fase de aprendizaje todavía).
En 1988, Iron Maiden estaban más que establecidos como la banda de heavy metal más importante del mundo. "The Number of the Beast" sigue siendo uno de los pilares del género, así como "Powerslave". Sin embargo, la banda británica tenía ganas de experimentar. ¿Con qué? Con el rock progresivo (again).
"¡Sintetizadores! ¡En el metal! ¡HEREJES!", dijo alguien, cuya boca quedó bien tapada por la obra maestra que es este "Seventh Son of a Seventh Son" (o "SSOASS", a partir de ahora). El álbum se abre con la ya mítica "Moonchild": Bruce Dickinson y una solitaria guitarra dan paso al teclado de la discordia. Cualquier temor se disipa rápido ante la entrada, poderosa como nunca, de los señores Adrian Smith y Dave Murray. Y un Bruce desaforado, en una de las mejores interpretaciones de su carrera, les sigue.
"Infinite Dreams" puede ser uno de los temas más complejos del disco. Comienza de forma bastante asequible y tranquila, pero pronto Bruce salta al registro agudo y nos ofrece un enorme dramatismo. La canción se acelera y se convierte en algo bastante épico, con los duelos de guitarra de Smith y Murray. Mi parte preferida es el repentino salto al "Help me! Help me to find my true self without seeing the future", que es excepcional.
Si hay algún tema en este álbum que se pueda considerar algo parecido a un "hit single", es "Can I Play with Madness?". El primer segundo, con las voces superpuestas cantando el título de la canción, es de lo más pop que se puede encontrar en el repertorio de Maiden. Lo que viene después, sobre todo gracias a la intensidad que le echa Dickinson, es algo más potente, pero el estribillo es realmente pegadizo.
El riff de "The Evil that Men Do" es una obra maestra, ya de por sí. El metal condensado en apenas seis o siete notas. Un tema contundente, sólido como la roca, y con un estribillo que se canta solo: "The evil that men do lives on and oooon". Otro punto álgido sin duda.
Otra gran introducción de guitarra la de "Seventh Son of a Seventh Son", esta vez con coros del averno, y lo que he dado en llamar el ritmillo "que vienen los Maiden", que se repite en unas cuantas canciones de la banda. Algo así como un tren acercándose. Onomatopéyicamente, "chun-chucuchún-chucuchún". También está en "Hallowed Be Thy Name", y creo que en "Run to the Hills". Y en muchas otras que no tengo tan trilladas, seguro. Es el tema principal del álbum, con más de nueve minutos, y una parte intermedia, más suave, espectacular. Nicko McBrain da un ritmo suave, con los platillos, mientras un Bruce demoniaco canta y los coros vuelven a sonar. Las guitarras están a la espera de su momento para estallar, centrándose en seguir a la batería. Y volvemos un momento al tema principal para luego marcharnos a otra sección mucho más heavy en la que tanto Smith como Murray están inmensos.
"The Prophecy" comienza otra vez con una breve introducción tranquila, en la que brillan las guitarras. Y de nuevo un gran riff nos abre el tema en sí, que tiene un aire vikingo, o similar. No se si será el compás de tres por cuatro, pero suena a canción de taberna bárbara. Lógicamente, esto es metal, así que si quieren cambiar de signatura lo hacen, porque pueden. Aquí ocurre, y varias veces. ¡Hasta culmina con un pasaje acústico maravilloso!
Steve Harris consigue un poco de protagonismo instrumental al principio de "The Clairvoyant", que es un tema fantástico, y de nuevo con unas guitarras brutales. El estribillo es impresionante, y tiene un solo genial. Se acerca bastante al nivel de la primera parte del disco, que es sencillamente perfecta.
"Only the Good Die Young" pone el broche final a un disco extraordinario, con otro estribillo tan cantable como el de "Can I Play With Madness?", aunque es un tema bastante más potente, y con unos cuantos solos de guitarra bastante impresionantes y el final apoteósico que merece un disco así de genial.
En resumen: si no te gusta el heavy, escucha este disco. Si te gusta el heavy, deberías haberlo escuchado ya. Si no no sé que estás haciendo.
Seven deadly sins
Seven ways to win
Seven holy paths to hell...
Seven downhill slopes
Seven bloody hopes
Seven are your burning fires
Seven your desires
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LO MEJOR: Las primeras cinco canciones son de lo mejor de toda la carrera de Maiden.
LO PEOR: Puede ser que el nivel decaiga un poquito hacia el final, pero es algo comprensible.
VALORACIÓN: ****
NOTA ACTUALIZADA 2017: 26/30
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Quixote
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Has hecho una entrada magnífica no, lo siguiente, de mi disco favorito de los Maiden. Yo no podría haber hecho un análisis tan ********, así me alegro de que te hayas ocupado tú :)
ResponderEliminarEn cuanto al disco en sí... Pues no tengo mucho que decir, estoy de acuerdo en todo, creo.
La entrada es BRUTAL. Sin más. Muy buena crítica, que digo, perfecta. Y me alegro que por fin hagáis caso a los Maiden. (Jorge, me debes una de Koma)
ResponderEliminarGracias a ambos :) Mi parte preferida es en la que digo "SSOASS a partir de ahora" y no vuelvo a decir el título del disco en todo el artículo xD.
ResponderEliminarUna gran critica !! y bien explicada, he oido solo algunas de este disco, pero ahora me han entrado ganas de oirlas todas xD
ResponderEliminarGracias! Escúchalas que merecen la pena :)
ResponderEliminarComento desde mi convalecencia, pues tengo unas placas en la garganta tan grandes que he decidido ponerles nombre, una se llama Euroasiática, otra Africana... y así, deseando poder volver a escribir algo más serio.
ResponderEliminarMe encanta el análisis que has hecho del disco. Y de paso, aprovecho para completarte un par de cosillas. Soy el primero que aborrece los sintetizadores en el Rock and Roll, tienen que estar muy medidos y muy cuidados para que no le resten fuerza a una canción de Rock and Roll. Muy pocos saben hacerlo, gente como Pink Floyd, Rush, Opeth y... ya, con la excepción de Iron Maiden. Si bien es cierto que en el anterior disco, Somewhere In Time (1986), los usaron en demasía, aquí están perfectamente medidos (riff de apertura de Moonchild, sin ir más lejos).
Por otro lado, esta va para los músicos. El "chun-chucuchún-chucuchún que vienen los Maiden", en los círculos heavys es comúnmente conocido como el "Cabalgueo Maiden" (juas), y rítmicamente hablando, consiste en la repetición a lo largo de todo el compás del bloque de una corchea y dos semicorcheas. Maiden hace uso y abuso de ese patrón rítmico, rara es la canción que no la incluya. Ejemplo perfecto de este cabalgueo: Run to The Hills. También puedes invertir ese patrón (dos semicorcheas y una corchea), para hacerlo realmente demoníaco. Slayer saben bien de esta técnica (escuchad Raining Blood, y lo tenéis).
Abruzos metaleros!!