ÁLVARO: Estoy disfrutando de ese infierno personal llamado “vacaciones”, por lo que mi alma se encuentra en estos momentos en un lugar muy oscuro. Oscuro como el Mar Mediterráneo, por la noche, donde no puedes siquiera ver tu propio reflejo. Y es por eso, o no, que el disco que vamos a reseñar está semana es tan inhóspito y siniestro. Hablo de Disintegration, de Robert Smith y sus Cure.
JORGE: Tal vez dicho infierno personal se asemeje al que Smith vivía en los momentos en que pergeñó este disco, aparentemente con una depresión a cuestas y la crisis de los 30 acechándole. Aunque tampoco parece que al grupo le fuera excesivamente viento en popa, a pesar del éxito comercial de su anterior trabajo, Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me: los problemas con el alcohol, y un poco en general, tengo leído, el pasotismo del baterista/teclista Lol Tolhurst, supusieron un terremoto, que, unido a lo que pasaba por la cabeza del cantante, pudo influir en esa opresiva oscuridad que mueve el disco. Y que, diré de antemano, poniéndome a cubierto de inmediato: se me hace un tanto tediosa, para qué engañarnos.