Esta iba a ser mi tesis doctoral pero he decidido publicarla aquí porque merece ser leída por las muchedumbres.
Teseo era un guerrero ateniense, cuando lo de ser guerrero era una salida profesional viable porque había minotauros que matar, entre otras cosas. Dada la naturaleza de los dioses olímpicos, tan propensos a inmiscuirse en los asuntos humanos, sus aventuras se veían a menudo obstaculizadas por la intervención de un Zeus irascible o un Poseidón pasado de rosca.
Esto hacía que el barco de Teseo, una obra de ingeniería intachable de varios kilómetros de eslora para almacenar las cabezas de todas las bestias a las que extinguía él sólo, necesitara de más de una sesión de chapa y pintura de vez en cuando. Si el dios del trueno ocasionaba una tormenta que llevaba a la nave contra las rocas, había que arreglar el estropicio. Por eso Teseo era poseedor del carnet VIP de varios astilleros de las costas griegas, que le hacían descuento y le venía muy bien. Los dioses seguirían siendo responsables de calamidades hasta la llegada del cristianismo, cuando se decidió que el Todopoderoso sería el causante únicamente de todo lo bueno del mundo, siendo lo malo culpa de aquellas personas que o bien viven en pecado o bien no rezan lo suficiente. Pero me desvío del tema.