Ha pasado una semana desde que subí mi primera entrada a este blog y no ha tardado mucho tiempo en llamar a mi puerta la necesidad de publicar otra vez. Si os gustó la Zarabanda de Händel, hoy tenemos ante nosotros una obra que habréis tarareado, escuchado y fantaseado hasta en la sopa. Es lo que tiene la música de Mozart, el compositor más grande (en mi humilde opinión) de todos los tiempos. Junto a Hadyn, se convirtió en el gran exponente del Clasicismo, el periodo musical que sucedió al Barroco, donde la inventiva y la elegancia se daban la mano. Genio y figura, con más de 600 obras escritas en una vida demasiado corta (35 años), ha dejado un legado musical difícilmente superable, y muchas de sus piezas han cambiado por completo la historia de la música. Me estoy reservando para hacer un análisis de su inmortal Réquiem, pero tranquilos, que todo llegará. Algo de tal calibre se merece la mejor crítica y descripción posibles, y eso requiere un tiempo que mi doble grado no me permite. Mientras tanto, nos podemos deleitar con su Pequeña Serenata Nocturna o Serenata nº 13, obra que, si bien no ha marcado un punto de inflexión en el Clasicismo, sí que ha alcanzado una notable fama y singularidad y se ha convertido en una de las famosas de Mozart, sin estar ni mucho menos entre las mejores de su repertorio, gracias al inmortal estribillo de su primer movimiento. Vamos a echarle un vistazo.
La Serenata nº 13 fue escrita en Viena en 1787, mientras Mozart estaba dándole las últimas pinceladas a su ópera Don Giovanni. La obra consta de cuatro movimientos, aunque estuvo escrita originalmente en siete, pero dos se han perdido y el quinto suele englobarse fuera del ámbito de la obra. Mozart la compuso para orquesta de cámara, o lo que es lo mismo, un cuarteto de cuerdas formado por dos violines, una viola y un chelo, con la opción de añadir un contrabajo. Aunque la obra generalmente se toca con orquesta de cuerdas, ganando en espectacularidad.
El movimiento más famoso de la obra y que le ha concedido su notoriedad. De tiempo rápido, su estribillo es pegadizo y de gran calidad, con unísono inicial de todos los instrumentos y una posterior interpretación de la melodía por los violines primeros, que a partir de ahora se quedarán con el tema. El estribillo se repite dos veces hasta llegar a la segunda parte del movimiento, que introduce ligeras variaciones al tema original, con cambio de tonalidad y registro incluido. Tras esto, repite de nuevo el estribillo, con distintas variaciones tonales y en el timbre sonoro hasta llegar al final, donde la orquesta se apaga por un momento, bajando el volumen progresivamente antes de romper en una conclusión contundente aunque sin alcanzar una gran intensidad.
Su forma es la de un rondó (A-B-A-C-A) y el tiempo es más lento y pausado. Es el movimiento más expresivo de la obra. Su estribillo no es tan conocido como el del primer movimiento, algo que me parece un pecado capital, pues guarda gran belleza y melancolía. Los violines primeros, con un acompañamiento que poco a poco va ganando presencia, dejan una melodía para el recuerdo. Este estribillo varias veces, y está unido con dos nexos musicales que enlazan perfectamente las partes creando un extraordinario equilibrio. Dichos nexos tienen una temática diferente: el primero es de naturaleza más alegre y pausada, mientras que el último, que da paso al final, es más ligero y oscuro en su contenido, con los violines primeros intercambiándose la voz principal con los chelos mientras violas y segundos acompañan. El estribillo se repite una última vez antes de la conclusión, donde una sucesión de acordes introducen una hermosa variación de la melodía, que concluye apagándose poco a poco de forma muy delicada y hermosa.
Más bailable y movido, aunque tremendamente simple, sigue el patrón de minueto que se repite dos veces, con un trío uniendo ambas partes. El estribillo en este caso no tiene mucha historia, y adolece de magia o chispa que pueda encandilar al oyente de la misma forma que en los dos movimientos anteriores. El nexo del trío sí presenta mayor encanto, ganando la melodía de los violines una presencia importante y que se agradece. Es más ligado y melódico, contrastando con el minueto, más estático y ramplón. La parte más floja de la obra con diferencia.
A modo de recuperar completamente la credibilidad después del bajón del anterior movimiento, la última parte de la obra es rápida, alegre, imaginativa y muy movida. El sello del mejor Mozart. Consta de dos partes en las que el estribillo siempre está presente, con una variación muy marcada y bella en la segunda, pero es tan bueno que se agradece. Ágil y dinámico, con un acompañamiento sin fisuras, culmina de forma genial con una remodelación de la melodía principal, que percute y percute hasta que acaba de forma solemne y brillante. El broche perfecto para una de las composiciones más populares del austriaco más famoso de todos los tiempos.
Así que esto es la Pequeña Serenata Nocturna. Una pieza magistral, bella y que debería ser tocada en todo concierto que se precie, pero sin alcanzar las cotas de calidad de otras obras del repertorio mozartiano. Lo cual no quita que sea una de mis favoritas y de obligada escucha (os he dejado los enlaces en los títulos de los movimientos) por todo aquel amante de la música, un clásico que no pierde frescura con el paso de los años.
Valoración: MEMORABLE
Me encanta esta pieza esta claro que es un fuera de serie .... es música para el pasado, el presente y por supuesto el futuro. Sigue descubriendo piezas tan bellas que sabemos q existe y hemos escuchado mas de una vez a lo largo de nuestras vidas
ResponderEliminarUn placer escuchar esta pieza de la mano de un análisis tan fluido y ameno. Me lo apunto para escucharlo con la tranquilidad y calma que se merece. Gran artículo, Pablo, una vez más.
ResponderEliminarSiempre es maravilloso escuchar esta obra, pero mas todavía con el análisis tan estupendo que nos haces.
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