ÁLVARO: Hoy es el día de la Constitución Española. Dato curioso. Eso tiene que ver, de alguna manera u otra, con el disco que reseñamos a continuación, un clásico de un trío galés que respondían al nombre de Manic Street Preachers. Y como quien nos pidió esta crítica es también nuestro metalero becario, Zlatan, pues le llamamos a filas (o se llamó él, ya no sé) para que nos apoyara. Somos tres, como tres eran los Manics, aunque a nosotros no se nos ha perdido nadie. ¿No?
ZLATAN: Hombre, por el camino han pasado muchos redactores que desaparecieron. Pero tenemos noticias suyas, no como en el caso de Richey Edwards, del que no se sabe si está en la India, en las Canarias, muerto tras tirarse por un puente o preparando su regreso a los Manics.
JORGE: Bueno, ahora que se ha callado el pesado infiltrado este, hablemos los mayores. Como han dado a entender mis compañeros, Richey Edwards, guitarrista y co-letrista de los Manics cuando aún eran cuatro, desapareció un aciago día de 1995, o por ahí. Este disco, que salió un año más tarde, supone la evolución del también increíble The Holy Bible, y en muchos aspectos, si no todos, un puente con la etapa de Edwards y un testimonio de que los Manics no estaban, ni mucho menos, acabados. ¿Sí, o sí?