RONDA 1: Cover amateur en YouTube: "Uncle Alvarez" de Caro Parker vs. "Flying Totems" de Lasse Orbring
Cuando traemos a un fan a cantar puede pasar cualquier cosa, como ya descubrió Beyoncé aquella dramática noche. Caro Parker da el perfil para haber sido telonera en alguna gira de Lilith Fair, con la bisutería hippy estupenda que nos lleva, ¿pero cumple las expectativas? "Uncle Alvarez", en boca de Phair, es un sortilegio psicodélico sobre los peligros de mentir en tu currículum vitae, un tema que parece llevar marcado a fuego su contexto histórico: difícilmente la podemos imaginar salida de otro momento que no sean los Estados Unidos de la presidencia de Clinton. Parker la reduce a su mínima expresión, guitarra y voz, convirtiéndola en casi irreconocible. Sin la producción socarrona de whitechocolatespaceegg, podría pasar por una canción de misa. Es como si el núcleo emocional hubiera quedado desplazado, eliminada toda disonancia de la original, y el resultado queda un poco cojo, francamente, aunque sea más angelical. No puedo darle todos mis puntitos, aunque sí que el aprobado por el esfuerzo.
Por su lado, Lasse Orbring dedica buena parte de su tiempo libre a tributos a Jean-Michel Jarre, de los cuales este "Flying Totems" sólo representa una milésima parte. El tema pertenece a la carrera reciente del francés, 2018 nada menos, y tras escucharlo es bastante obvio que el hombre sigue jugando con las mismas settings del arpeggiator que en 1978, por mucho que su alma de explorador interestelar siga intacta. Lo que Orbring hace aquí es aplicar una pátina de EDM discotequera, con barridos de EQ y bombos con sidechain y esas cosas que harían feliz a David Guetta. A veces la selección de sonidos sintetizadores es algo pobre (el que hace la melodía principal en la primera mitad parece como un violonchelo generado con los chips de la SNES, no grita Tomorrowland precisamente), pero no me desagrada del todo la actualización que, si bien mucho menos orgánica, es al menos una vuelta de tuerca interesante para haber sido engendrada en una cocina en Estocolmo (y por ende, con muebles de Ikea).
Ninguna me vuelve loco, pero vamos a estrenar el marcador de Jarre, cuyo acólito ha entendido mejor el assignment. Pero el outfit de Caro hace que me lo quiera pensar dos veces.
LIZ PHAIR 0 - 1 JEAN-MICHEL JARRE
RONDA 2: Disco al azar: Soberish vs. Geometry of Love
Bueno, superada la ronda chorra, vamos al tema candente: por ejemplo, un disco al azar. Phair ha tenido la suerte o la desdicha de participar con su último álbum, Soberish, de hace apenas un par de años, y el primero en más de una década. El público coincide en que su carrera se había despeñado por un terraplén hacía mucho, y que Soberish apuntaba a ser una vuelta al estado de forma de antaño, acompañada por el retorno de Brad Wood (productor en su debut y en el siguiente, Whip-Smart), aunque me parece que sigue quedándose un poco por el camino. Eso sí, la lánguida "The Game" o "Soul Sucker", que en forma y fondo podría haberla hecho Fiona Apple, convivirían sin problemas con sus obras de hace cinco lustros: no sé si que así sea habla bien de su habilidad para crear este facsímil o mal de su talento para reinventarse. Cuando por el contrario toma decisiones más arriesgadas, el producto es variable: la capa de voz sintetizada de "Good Side" me parece un tanto aberrante, pero hay cositas interesantes en otras como "In There" (aquí el vocoder es más llevadero, y demuestra que Liz Phair puede sonar como Jean-Michel Jarre, pero no al revés) o el tema del título, "Soberish", que está constantemente al borde de perder el hilo de sí misma. Llamadme anticuado, pero cortes como "Dosage", que flirtea con el rock de yates, o la esquiva y nostálgica "Hey Lou" y su falso final se acercan más a mi tipo ideal; el resto del álbum es competente, pero un poco a medio cocer. Aun así, un regreso bastante digno, especialmente tras una marcha tan prolongada.
Jarre, Jarre, Jarre. Al de Lyon ya le ha caído un palito por plagiarse a sí mismo en la primera categoría, así que se la juega con este Geometry of Love, cuyo título nos insinúa que va a introducir su pop sintético en el dormitorio, como si de un Barry White sideral se tratara. Oh my! No quisiera quitarle el puesto a Noemí Casquet, pero pocas cosas me parecen menos eróticas que meterse en la cama con alguien mientras suena, por ejemplo, "Soul Intrusion", salvo que seáis dos androides de la dimensión Glomerulón Beta investigando dónde se encuentran vuestros apéndices del placer, que a eso suena el deambulante piano que se marca Jarre aquí: diría en cualquier caso que es una circunstancia improbable, no lo sé, no sé cómo anda Tinder últimamente. Veo aceptable la propuesta de integrar sonidos orgánicos con otros más artificiales, como en "Pleasure Principle", cuya intro de cuerdas sugiere que vamos a escuchar algo un poco diferente a lo que acaba siendo. Pero por lo general sí que da la impresión de que esta es en muchas ocasiones música un tanto ambiental, como de menú principal, dando por hecho que hay otra cosa más inmediata a la que prestar atención (como por ejemplo la coyunta, quizá). A la mitad del disco Jarre decide que si no te ponen los robots igual te apetece oír aparearse a unas ballenas jorobadas, o eso interpreto yo en "Skin Paradox", que insiste en el leitmotif del piano disperso, minimalista, como lo hace "Near Djaina". No me excita mucho, para qué engañarnos. Wikipedia me revela que estoy medio en lo cierto: Geometry of Love existe para estar de hilo musical, pero no en el lecho si no en una sala VIP de la que entiendo es la discoteca más aburrida de Saint-Tropez. Jarre se deja lo mejor para el final: la intensamente psicodélica "Geometry of Love, Pt. 2", un viaje de voces a lo Art of Noise que llega un poco tarde para recuperarme, pero que por lo menos me rescata de las garras de Morfeo.
Tras sobrevivir a duras penas a tres cuartos de hora de autómatas y/o cetáceos fornicando, creo que me quedo con Phair, que con poca dificultad pone un empate en el luminoso.
LIZ PHAIR 1 - 1 JEAN-MICHEL JARRE
RONDA 3: Canción más escuchada: "Why Can't I?" vs. "Oxygène (Part IV)"
Esta ronda es, diría yo, la más importante, y no solamente porque el número de escuchas es un parámetro bastante objetivo para medir la relevancia de un artista. Para Phair, en particular, que "Why Can't I?" sea el tema que más veces se haya reproducido en la historia de Spotify, y de YouTube, es especialmente agridulce. Como ya comentábamos, Phair saltó a los focos con un disco rompedor llamado Exile in Guyville (spoilers: véase más abajo), revolucionario en su honestidad y con un éxito en la crítica abrumador... En la crítica, que no tanto en ventas. "Why Can't I" representa lo que la gente petarda llamaría su momento de selling out. Y yo conozco al dedillo la pirámide de Maslow y seré la última persona en criticar a alguien por ir a por la guita, pero es verdad que no es muy allá. Parece un descarte de alguna estrella de pop adolescente, nada más opuesto a su output anterior es concebible.. Imagino que las 40 millones de personas que han dado play a la canción en Spotify eran clientes habituales de Hot Topic: Phair sabía lo que se hacía al colaborar con The Matrix, el colectivo co-responsable de "Complicated" o "Sk8er Boi", pero mientras que esos son impepinables temazos que sientan como un guante a la reina del pop-punk por antonomasia, el de Phair no deja de ser un intento de réplica que presenta bastante poca autenticidad.
"Hola, soy Oxygène parte 4, me conocerás de grandes éxitos como literalmente todos los arcades y salones de maquinitas de Occidente". Es inverosímil que una pieza tan extraña haya percolado la cultura popular, pero lo que Jarre consigue aquí es poco menos que un milagro. El sonido es directamente extraterrestre, con esa melodía totalmente sincopada que logra provocar una sensación indescriptible de misterio que aún hoy, casi cincuenta años tras su gestación, sigue invadiendo a quien la escucha. No puedo imaginar como debía haber sonado esto en 1977: vientos planetarios, sintetizadores que parecen señales de otras galaxias, y una caja de ritmos muy lejana, que parece estar emitiendo sus silbantes platillos desde la cara oculta de la luna. Es un hito en la música, y un hito en la ingeniería. "Oxygene IV" no es la canción de Jarre que más recuerdos me evoca, pese a su ubicuidad (para eso está la tontísima y encantadora "última rumba" de su multitudinario concierto en el lejano Shanghai, o Beijing, no lo sé), ni tampoco mi favorita (¡"Zoolook"!), pero no hay atisbo de duda de que es su obra magna, la que representa a Jarre cuando aún era un pionero explorando terra incognita y cautivando a toda una generación, antes de que la electrónica que ayudó a nacer lo adelantara por la derecha.
La decisión es, por lo tanto, muy fácil: Jarre se lleva el gato al mar de la Tranquilidad, por ejemplo.
LIZ PHAIR 1 - 2 JEAN-MICHEL JARRE
RONDA 4: Canción al azar: "Soap Star Joe" vs. "Chronology, Pt. 4"
Liz Phair sabe que se la juega, que es hora de sacar la artillería pesada y no se anda con chiquitas: "Soap Star Joe" no será la más valorada del disco, pero sigue apareciendo en Exile in Guyville y eso son ya palabras mayores. La cantante despelleja con toda su bilis a un "héroe de un largo linaje de héroes", un white knight en toda regla, un chulo de piscina en horas bajas que representa, en todo su mísero esplendor, a América misma. Absolutamente demoledora ("they say he sprung from the skull of Athena / think of your own head and the headache he gave", quiero decir: para, que ya está muerto), y más por ser tan simple: a Phair apenas la acompaña su propia guitarra rasgada, y de vez en cuando percusiones remotas y una armónica hiper-bluesera, que van circulando durante los menos de tres minutos que dura el tema, que si tiene algo malo que se pueda decir sobre él es que deja ganas de más. Escuchando "Soap Star Joe" se comprende muy bien el encaprichamiento que cogió la élite musical con ella: poderosa y mordaz, se diferencia fácilmente de otras fantásticas cantautoras contemporáneas suyas. Más despreocupada, más irónica, más deliciosamente venenosa, se atreve a poner voz a un sentimiento que durante décadas (siglos, milenios...) la sociedad se había empeñado en mantener bajo llave.
"Vous l'avez brut, Monsieur Jarre", creo que se dice. Aunque parezca de un universo diferente a "Soap Star Joe", Chronologie es de exactamente el mismo año, 1993: otro de esos discos semi-conceptuales con múltiples partes como Oxygène o Equinox. Aquí Juanmi se pasa poco más o menos que al eurodance, que es un movimiento astuto: pones a una diva del house a berrear alguna letra en inglés inventado y tienes un hitazo. Por desgracia, Jarre decide que un tecladillo puede cumplir la misma función, y no es así: melódicamente, está bastante en la línea de lo que el francés había hecho durante década y media ya: un riff épico que se repite unas cuantas veces mientras efectos diversos te atacan por un lado, por el otro, por los dos. El ritmo bakala es lo que le da algo de novedad, un aspecto un tanto kitsch que se agradece. De hecho, retiro lo de la diva del house, el que tendría que aparecer moñeando aquí es Neil Tennant, mientras un coro de niñes de todos los rincones del mundo ondean banderas al azar. Y descendiendo como de un OVNI, rodeado en todos su flancos por Korgs y Yamahas y Casiotones, un Jarre mesiánico lanzando piruletas al público. Creo que he perdido el hilo.
Todo bien, todo correcto, punto para Liz. Sorprendente como me las apaño para que termine todo siempre tan igualado, cualquiera diría que está trucado. ¿eh? ¡Pero no!.
LIZ PHAIR 2 - 2 JEAN-MICHEL JARRE
RONDA 5: Mejor disco: Exile in Guyville vs. Oxygène
Muchas palabras, mucha perogrullada, pero al final sabíamos que todo se iba a reducir a esto: disco contra disco, hito contra hito, Exile vs. Oxygène. Phair tiene toda la calle del mundo, y su poesía gamberra nunca ha sonado mejor que en su debut, por trágico que suponga reconocerlo. Hay álbumes cuyo sonido está mimado y pulido hasta el último detalle, otros donde la naturalidad reina por encima de todo, donde no hay que ponerle trabas a lo espontáneo: Exile es de estos últimos: una respuesta más o menos abierta al Exile on Main St. de los Rolling, al que imita al menos en estructura (las 18 canciones) y quizá en actitud, aunque el machirulismo de Jagger and Co. se sustituye con rabia y resignación, y por un estilo más grungero de alta gama. ¿Temazos? Todos los que quieras: desde la salva inicial de "6'1"" (pocas voces suenan más maravillosamente aburridas que la de Phair aquí) a la esperanzadora oda al miedo a los aviones "Stratford-On-Guy", pasando por la autoexculpatoria brillantez pop de "Never Said" y la amistad destruida de "Divorce Song". Pero si hay una joya de la corona, un tema que condense en 187 segundos la inocencia corrompida, el hastío vital y las ganas de prenderle fuego a todo ese es, por supuesto, "Fuck and Run": un "me río por no llorar" fabuloso, un tremendo logro que consigue transformar el hartazgo en algo glorioso. Sí, el disco decae considerable en los temas finales, y tu apreciación de él depende un poco de tu tolerancia a cierto nivel avanzado de pasotismo por la solfa, pero como ejemplar del rock alternativo feminista noventero, no tiene parangón en absoluto.
Ahora bien, Jarre juega con Oxygène, y si me he desecho en elogios al hablar de su estupenda 4ª parte, es porque se trata de un incunable de la electrónica, un artefacto de una importancia que es imposible de exagerar. Un poco de ambient, un poco de progresivo, y mucho de darle a teclas para ver qué salía. El resultado acabó siendo algo que nadie había oído antes jamás, al menos en masa, empezando ya por los primeros compases de su obertura, que bien podría ser una especie de obituario de la especie humana, un poco reminiscente en ocasiones al Adagio de Albinoni, mismamente. Sí, la escena berlinesa (con Tangerine Dream a la cabeza) había conseguido llevar su cósmica propuesta a un público más o menos amplio, pero jamás se les habría ocurrido aterrizar sus naves con melodías tan apetecibles como la de "Oxygène, Pt. 2". Otros críticos lo acusaron de falta de sentido del humor, de tener la desfachatez y el ego de aspirar a realizar una obra casi de música clásica con instrumentos enchufados; dudo que JMJ (aunque tuviera un pasado en el ámbito casi académico del sonido, siendo pupilo de Pierre Schaeffer en su GRM) dijera "voy a ser como Bach" al mismo tiempo que presionaba el botón de "bossa nova 1" de su Mini-Pops como hace en la parte VI. Oxygène además cumple la complicada misión de servir como música de fondo agradable y también la de recompensar una escucha atenta, con detalles en los que poder recrearse y perderse detrás de cada nota. Quiero con todas mis fuerzas encontrar una excusa para birlarle a Jarre el último punto: porque Phair es infinitamente más guay, porque es muy difícil encontrar un momento idóneo para disfrutar a Jarre, y sí, claro, porque es francés. Pero me es más o menos imposible.
Así que sintiéndolo mucho e incluso asqueado por mi propia decisión, tengo que enviar a Francia el quinto punto. Ugh.
LIZ PHAIR 2 - 3 JEAN-MICHEL JARRE
En fin, pronto habrá otra batalla para continuar decepcionándome a mi mismo: una de las bandas más fulgurantes de la invasión hipster, Grizzly Bear se las verán con el sempiterno alcalde de los pantanos de Louisiana, Dr. John. Hasta que llegue ese día tenemos podcast, Twitter, Bluesky, y no tenemos Threads porque aún nos queda amor propio. ¡A cuidarse!
No hay comentarios:
Publicar un comentario