domingo, 12 de noviembre de 2017

Rockrítico Weekly: Mitski + Yellow Magic Orchestra + Akira Yamaoka

MITSKI - PUBERTY 2 (2016)





Mitski tal vez sea un poco hacer trampa, porque pese a ser japonesa su carrera se ha desarrollado por completo en Occidente. Pero vamos a ver, ella llamó a este disco Puberty 2 y ni siquiera hay un Puberty 1, ¿así que quién es el tramposo aquí? El disco es uno de ágil indie rock, y cortito, como a mi me gusta. El primer minuto y medio de "Happy" es extraño, con ritmos mecanizados y un saxo arty, hasta que la normalidad hace mella y se convierte en una oda al amor y las galletas. No hay muchas cosas más indies que esa. La voz de Mitski no es desganada ni agresiva, es muy expresiva y delicada, como también demuestra en la punky "Dan the Dancer". Podría estar cantando solemnes temas de folk, pero entonces nos quedaríamos sin Mitski (si bien algunos de sus primeros discos se acercaban más a este paradigma).

Quizá en "Fireworks" se acerca más a lo que me refiero: la manera en la que su grave voz se va inflando en sincronía con el sintetizador y el resto de instrumentos es completamente increíble, y ese crescendo representa uno de los grandes puntos del disco. A esta le sigue el singleazo que es "Your Best American Girl". Un verso como "Your mother wouldn't approve of how my mother raised me" es tan potente como las ruidosas guitarras que estallan a mitad de la canción. Es demasiado real, y más sabiendo cómo son las cosas en Estados Unidos (y en el resto del mundo, la verdad). Para darle variedad al asunto, hay cosas como "My Body's Made of Crushed Little Stars", una especie de folk hiperdistorsionado a gritos que te pega una patada en el estómago justo después del fin de la dramática y preciosa "I Bet On Losing Dogs". ¿Cómo encajar tanta diversidad en un mismo álbum? Con mucha alegría.

VALORACIÓN: 7

GÉNERO: Indie ecléctico-sombrío.


YELLOW MAGIC ORCHESTRA - SOLID STATE SURVIVOR (1979)




La YMO del siempre genial Ryuichi Sakamoto fueron los sucesores lógicos de Kraftwerk en la evolución del synthpop. No tan abstractos como los alemanes, que parecían demasiado obsesionados con sonar lo más robóticos posibles. El título de la primer canción del disco, "Technopolis", parece socavar por completo mi argumento, pero en cuanto los bajos discotequeros entran en la escena, está claro que esta música tiene un aliento humano. Si son máquinas, son de juguete.

"Absolute Ego Dance" es... bueno, música de baile colorida para una fiesta infantil del futuro. Tiene algo de videojuego, aunque esa industria se encontraba en su tierna infancia (pero nació en el mismo lugar que la YMO, así que lógico que hubiera ideas compartidas). El tema más popular es "Rydeen", que actúa como síntesis de todo lo anterior: un arpeggiador loco de fondo, un tecladillo primigenio con ciertos aires asiáticos tocando una melodía enérgica, y un resultado que lo mismo valdría como sintonía de telediario que como cabecera de una serie de ciencia ficción. Otro miniclásico muy tarareable es "Behind the Mask", con esos vocoders del cretácico: temas como este son los que dieron vida al género entero del electropop. La versión del "Day Tripper" de los Beatles es descacharrante, como si de unos Devo nipones se tratara. Si alguien piensa que la japonesa es una música insular y con poca repercusión fuera de sus fronteras, más vale que escuche este disco.

VALORACIÓN: 7.5

GÉNERO: Super disco chino japonés.


AKIRA YAMAOKA - SILENT HILL 2 (1985)




No he jugado nunca a Silent Hill. Bueno, creo que una vez, y solo recuerdo una tupida niebla por todas partes y andar por las calles de esa localidad buscando algo. Pero igual simplemente está ya en mi conciencia, al ser Silent Hill una franquicia tan establecida. Quizá todos hayamos estado en Silent Hill, sin haber jugado al juego. El caso es que no debería tener autoridad para hacer una crítica de la banda sonora de la segunda parte de la saga, pero aquí mando yo y critico lo que me apetece. Y como soy un crítico de método Stanislavski, voy a ponerme el videojuego mientras y bajar las persianas. Esta crítica promete ser más larga de lo normal, pero también es cierto que este álbum es mejor de lo normal.

Akira Yamaoka y el Konami Kukeiha Club se entregaron a la tarea de poner música al escalofriante pueblo del noreste americano. La banda sonora tiene 30 pistas así que no puedo aspirar a reseñarlas todas, aunque la que primero captó mi atención fue, inevitablemente, la primera de ellas, "Theme of Laura". Este es un tema precioso, melancólico con esos violines y la guitarra casi noir (siempre me ha recordado a ese sonido viejuno de los Portishead, siendo dos cosas totalmente distintas). "Theme of Laura" es una excepción, porque la mayor parte del álbum está compuesto por temas ambientales de carácter aterrador, como el disonante "White Noiz", el delicado "Forest", o la balada de piano "Promise (Reprise)", que inexplicablemente ocurre antes que "Promise" a secas. Todas ellas el fondo perfecto para mi gameplay, en el que incapaz de acostumbrarme a los controles de movimiento, hice moonwalking por todo lo que viene siendo la Avenida Nathan mientras el ruido estático comenzaba a subir y yo gritaba "Ay. Ay. Ay." por cada cúmulo horriblemente renderizado de píxeles que podría ser un monstruo perverso o un puñado de hojas.

Pese a que estaba escuchando la música de la banda sonora y no la del juego, pecado mortal por supuesto, los momentos de terror se sincronizaban con los del disco. Básicamente porque todos los momentos son de terror en los dos sitios. Algo me seguía y no sabía si andar o correr, porque hiciera lo que hiciera James Sunderland iba un poco hacia donde le venía en gana. Llegué a un misterioso pozo con la trip-hopera "Heaven's Night", y sufrí un perturbador flash rojo en toda la cara y el mensaje "MEMORY CARD IS NOT FORMATTED". Espeluznante.

Con "Alone in the Town", este ya un tema bastante Portisheadiano, llegué a un cementerio maldito donde un NPC horriblemente actuado me advertía de los peligrosos peligros de Silent Hill. Tras el bizarro metal de "Angel's Thanatos" que se cargó la lúgubre atmósfera del camposanto, me marché impertérrito hacia el desolado camino de tierra en dirección al pueblo, encontrándome con un rancho bastante majo que parecía cerrado a las visitas. 

Fue en estas circunstancias en las que dime de bruces con una verja, así que viré a la izquierda, donde me esperaba impaciente una especie de pasadizo que más podía parecerse al interior de un contenedor de basura. Contraviniendo el aviso que me comunicaba un cartel colocado sobre una segunda verja, esta vez indoors (¿qué clase de majara ha diseñado esto?), atravesé una puerta y me supe en Silent Hill. Recibido por "Love Psalm", que tras un buen rato de ambient inquietante volvía a la fórmula del lounge guitarrero con visos de Steve Vai, comprobé que el mapa se había hecho más grande y que me encontraba en el camino Wiltse.

La arquitectura local es cuanto menos sobria, con muros de hormigón y restos de pósters a medio despegar allá por donde me adentrara. Para cuando quise darme cuenta mis pasos sonaban como si estuviera taconeando Sara Baras dentro de una pecera. La música era medio impracticable, con la extraña "Silent Heaven" y la espectral "Noone Love You". Pero nadie me seguía. No había nadie en la calle. Quizá afectada por la explosión de la burbuja del turismo, Silent Hill era un pueblo fantasma. Encontré un kit de primeros auxilios al lado de una floristería, en uno de esos ejemplos de lógica aplastante que solo puede tener lugar dentro de un videojuego.

Mientras sonaban los scratches y los murmullos al revés de la contundente "The Reverse Will", y con una niebla que parecía que iba a entrar al plató de Lluvia de Estrellas, vi al primer monstruo contonearse en dirección a la espesura. Desapareció, y tomé la sensata decisión de no seguirlo. En la encrucijada opté por la ruta alternativa de la calle Sanders, mientras Laura tocaba el piano. Se acaba el disco y no tengo aún ni idea de quién diablos es Laura.

El juego me impidió continuar por donde pretendía hacerlo, así que tuve que seguir al zombi del boogie. En la mayoría de las esquinas de la calle Lindsey había un charco de sangre, cada uno igual al anterior. Cualquier criatura capaz de dejar manchas de restos humanos tan uniformes sobre el pavimento podría acabar conmigo sin pensarlo. "Terror in the Depths of the Dog", una repetitiva marcha a lo Trent Reznor, acentuaba esta sensación de perdición ineludible.

Lo que encontré al final de la calle es que no había final de la calle, sino un socavón del tamaño de una plaza de toros, así que me tuve que dar la vuelta. Sonaba el ostinato de "True", una de las piezas más orquestales hasta el momento. En el mapa, un tachón carmesí me indicaba que por ahí no.

Los sonidos extraños estaban ya degenerando en psicofonías enloquecedoras, lo que unido al horripilante ruido industrial de "Betrayal", me informaba de un hecho: el monstruo estaba cerca. Este iba a ser casi el fin de mi viaje. Confinado tras una endeble barricada de tronco de abedul se encontraba la llamada "Figura Mentirosa", un agonizante ser del averno que lanzaba gases nocivos por el ombligo y que yo, armado con un cacho palo, tenía la infausta labor de doblegar. Sin tutoriales de lucha a mi disposición, me armé de valor y presioné todos los botones uno por uno hasta ver que mi montón de píxeles que respondía al nombre de James Sutherland hacía algo por aplacar al bicho, como por ejemplo darle en todo el cielo de la boca.

Esto es exactamente lo que hizo una vez me hube acercado lo suficiente, y los triunfantes acordes de "Overdose Delusion" me asistieron en mi ordalía. Me había enfrentado a la bestia y ésta había sucumbido. Me sentía capaz de cualquier cosa.

Dejando sangrientas huellas de zapato tras de mi, una vez más con el paso bloqueado por una verja (los verdaderos enemigos de este juego), busqué de nuevo mi primera opción, esperando que la voz de Dios (es decir los diseñadores de Silent Hill) me permitiera esta vez hacer lo que viniera en gana.

Cuando llegué al cruce donde debería haber tomado mi camino original, mi radio FM/AM volvió a emitir estática, y supe que tal vez no pudiera vencer dos veces. Me abalancé sobre la bruma, cegado y blandiendo mi madero, pues es así como actúan los héroes. Dos de las inhumanas huestes de Satán en fila me salieron al paso, y tras una breve refriega en la que me escupieron su tóxica Coca-Cola, asestéles dos porrazos, justo cuando la guitarra de "Promise" se desvaneció, y luego les pisé el cuello para que no se revolvieran en sus últimos momentos.

Fueron dignos contendientes, pero a la postre cayeron.

Mi viaje en Silent Hill había terminado de momento, como lo había hecho el disco. Si la música tiene sentido sin el videojuego es una pregunta innecesaria, pues está claro que no. Y aquí lo que juzgamos es lo que juzgamos. Pero aún sin haber escuchado lo que el juego quería que escuchara, ha sido una experiencia tensa y desesperante, y en buena parte es gracias al trabajo de Yamaoka.

VALORACIÓN: 7

GÉNERO: Ambient caliginoso.

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1 comentario:

  1. Me has dado ganas de jugar al Silent Hill y todo. Buena crítica.Me ha gustado mucho. Echaré una oída a YELLOW MAGIC ORCHESTRA, que lo pongo en mayúsculas por el glamour y tal.

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