JORGE: Ohayō! Yōkoso! Hoy es 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, y también Día de los Muertos, creo, en México, y eso significa dos cosas: una de ellas es que da comienzo el JAPOMES, y la otra ya se me ha olvidado. ¿Y cómo comienza este mes de celebración, y aniversario del blog, y cosas? Pues con un grupo de rock experimental muy loco como son los Boredoms, y su penúltimo álbum, el Vision Creation Newsun. Porque nos va la marcha.
ÁLVARO: Hay tantas cosas que decir, que no sé por dónde empezar. Sí, es el Japomés, que puede ir con tilde o no, depende de cada cual. La música pop japonesa es por lo general, ampliamente desconocida por el usuario medio, salvo por aquellos que, en esta noche de Halloween, irán disfrazados de Naruto o Sailor Moon. Y eso es una injusticia, porque pocos individuos hacen una creación sónica tan especial e inimitable como los nipones. Segundo, es probable que en este mes se nos una un influjo nuevo de seguidores, por motivos que no vienen al caso, y qué mejor manera de recibirlos que con discos que muchos de ellos no habrán oído nunca. Y tercero, que mucha gente me lo ha estado preguntando: en nombre de la organización de Rockrítico, os debo pedir que os descarguéis la app de Operación Triunfo y por favor votéis “SALVAR A RICKY”. No solemos tomar partido en estas materias pero hay causas que desde luego lo valen. Y dicho esto, creo que podemos pasar al bombardeo auditivo de estos Boredoms, que de aburridos tienen poco.
A: Supongo que sí, pero sería un mal augurio para lo que nos queda del japomés. En fin, los Boredoms son un colectivo de noise psicodélico, por ejemplo, con orígenes muy extremos. Más en concreto, los destructores de tímpanos Hanatarash, liderados por Yamatsuka Eye, y que fueron muy conocidos por... no sé, destruir un escenario con un bulldozer, por ejemplo, o amagar con lanzar un cóctel molotov a su público. Es este amor al arte lo que sigue permeando la esencia de Boredoms, aunque se hayan calmado un poco, con el tiempo. Con la ayuda de integrantes clave como el guitarrista Seiichi Yamamoto o la increíble batería Yoshimi P-We (la que batallaba con robots rosas en aquel disco de los Flaming Lips), tuvieron unos años en los que llegaron a convertirse en miembros de la escena underground norteamericana, codeándose con los Sonic Youth y John Zorn, e incluso actuando en Lollapalooza. LOLLAPALOOZA.
J: Todo eso es verdad. Supongo. Tampoco estoy en posición de negar nada. En cualquier caso, este disco empieza a abandonar un poco el terreno del Japanoise para meterse más en ambient rock, músicas tribales (que son quizás la seña de identidad más evidente del disco) y un rollo un tanto espacial, sin dejar de lado sus raíces en temas como el segundo, diría yo. Un tema que se llama "☆", porque poner títulos normales a las canciones es de proxenetas, o algo, y donde las percusiones que llevan dominando el ritmo desde la primera canción, "◯", dan paso hacia el final hacia sintetizadores, distorsiones, acordes rotos y Amaterasu sabe qué más...
A: El primer tema, “Circulico”, nos pone en situación, con estallidos de ruido de feedback, baterías locas, y cánticos hippy-colgaos que repiten el mismo mantra que da título al disco. Este ambiente como de éxtasis mañanero me hizo querer levantarme al amanecer, para darle la bienvenida al nuevo sol con “Newsun”, pero soy muy vago y solo conseguí despertarme a las 9:30. Fue mi mejor escucha del disco, en la que la locura empezó a conectar. “Estrellita” es un krautrock (se compara a estos japoneses con los alemanes Can, liderados por Damo Suzuki en su apogeo, constantemente) ultraacelerado que se corrompe en glitches hacia el final. Es una bonita banda sonora para una fiesta muy loca, con gente que va muy puesta de todo y viste con túnicas y cosas. Qué profundos análisis hacemos.
J: Yo no voy a ocultar mi imposibilidad para enfrentarme a un disco así. Quiero decir, no es la primera ver que lo hago, pero a la hora de analizarlo, lo más parecido ha debido de ser el Amarok de Oldfield, que comparado con esto es un rompepistas comercial. Pero bueno, como fuere, los casi 14 minutos del tema inicial se deslizan poco a poco en temas que abrazan más lo instrumental (los cánticos no abundan excesivamente en el disco, son más un rollo de fondo esotérico) e incluso rozan lo que podríamos llamar baladas, como sucede en "ずっと" (“El pasiempre”)... Más o menos. Normalmente los temas abren enlazando con el final del anterior, y aun cuando lo hacen suavemente, la música va creciendo brutamente, sobre todo en esas percusiones tribales que decíamos, hasta llegar al paroxismo absoluto. Es raro encontrar un momento de respiro aquí.
A: En ese sentido, me parece que uno de los temas más intensos, y también de mis preferidos es “Churro”, o “Espiral”, o “Garabato”, o “Ҩ”. El cuarto, vamos. En mis notas que tomo mientras escucho los discos escribo: “si U2 fueran pacientes de un psiquiátrico”. No me acuerdo de que significa, pero tiene la guitarra atmosférica inacabable de un Edge sin los berridos autocomplacientes de un Bono, y además es un crescendo continuo que tiene su recompensa y todo. Esa recompensa es la relajación de “~”, con ranas croando y una batería que recuerda a grupos electrónicos inescrutables como Autechre o Satanás al Pil Pil. Esos últimos me los he inventado, pero no pasa nada. El disco es básicamente para pasarse setenta minutos golpeando cosas imparablemente al ritmo y compás de los tambores, y es muy adictivo a ese respecto.
J: Podría firmar ese párrafo, pero no lo haré, porque tampoco entiendo ni la mitad de cosas que dices. Pero sí, “El churro” también es uno de mis temas favoritos, y el que me parece más interesante en cuanto a intensidad, mientras que musicalmente me atrae más “La ola” que le sigue. Los dos, de lejos, son los que más se me graban en un disco que, no voy a mentir, se me hace bastante largo. Quizás porque los 70 minutos requieren una atención enorme, que me impide además tenerlos de fondo sin que me distraigan mientras hago cosas, a no ser que sean cosas destructivas, que hago menos a menudo de lo que podría parecer. Entiendo que a ti no te pasa igual.
A: No, me pasa, me pasa. Es sin duda un disco que tiene su momento y no podría decir que he encontrado ese momento, pero por vaguería, como ya comentaba. Y creo que decae un poquito en alguno de los últimos temas. “Omega”, sin ir más lejos, es una irritante ventosidad cósmica de siete minutos y medio que poco evoluciona, y que separa una serie de temas que tienen un motivo relativamente común: “Dos Redondeles” tiene un hipnótico loop burbujeante, “Flecha P’arriba” es más caótica pero se sigue basando en la misma repetición de dos notas, que se vuelven a recuperar en “Zutto”, el último corte, de una manera que me hace desear que se rindan ya y toquen “On Broadway” de The Drifters, que parece que lo están deseando. Ese hubiera sido el colofón perfecto a todo este desmadre.
J: Personalmente, hubiera cerrado de manera mucho más intensa (con “Churro”, o incluso con el “Circulico” que abre), aunque “Zutto” sea un tema que me gusta bastante también. Por lo demás, lo más destacable de “Omega” es la recuperación de los cánticos en su primer minuto y medio, pero sí, a partir de ahí, es pura monotonía irritante, que no tiene que ver ni con lo que viene antes ni con lo que cierra después. No sé si diría que hay temas flojos, aparte de este, pero sí que hay un claro descenso de calidad en la segunda mitad del disco, para mi gusto.
A: Estoy de acuerdo. Por mi parte no queda demasiado que decir, porque había un par de detalles de contexto que se me han olvidado pero ahora es too late. Como aquella vez que juntaron a 88 baterías para tocar en directo. O esa guitarra de siete mástiles que construyeron para ser aporreada. No están bien, es lo que quiero decir.
J: No mucho, no. Y creativamente quizás tampoco, porque después de este trabajo sacaron otro en 2004 y desde entonces, salvo directos o cosas así, nada. 13 años de silencio. Son como los SOAD japoneses, pero en más vagos. Y no sé, yo tampoco tengo mucho más que añadir.
A: Pues vayamos al tema de las notas. Que, por cierto, si algún valiente ha llegado hasta aquí, recuerdo que en el menú de la derecha tenemos una recopilación de todas las notas que he dado yo. He modificado por completo mi sistema de puntuación a una especie de alfabeto con símbolos extraños inspirados por los títulos de Boredoms. He de hacer saber a nuestra audiencia que Jorge no se atreve a que se publiquen sus valoraciones porque no quiere que la gente recuerde la exorbitada nota que le adjudicó a aquel disco de Huecco. Y, para mayor deleite de los lectores, también añadí una lista de 200 y nosecuántas canciones de pop esenciales para la vida. Porque tengo ese tiempo libre.
J: La exorbitada nota de Huecco no tiene nada que ver en mi negativa, que se debe a que rechazo frontalmente este sistema de puntuaciones en que me veo obligado a participar, como lo hago en todos los blogs en que trabajo, porque considero que es inútil, que distrae, que es mucho más falible que toda la reseña que desemboca en ella y no sé qué más cosas. Eso y que no quiero que la gente sepa que una vez aprobé un disco de Melendi. Mierda. Volvamos a esto. Di tu nota.
A: Una de las ventajas de mi nuevo sistema es que me es más fácil justificar mi nota, en el sentido de que no tengo que explicar algo que no tiene coherencia ninguna. Así que bueno, vamos allá. El disco no agrada a mis oídos una barbaridad, aunque hay alguna pista que otra que me sube la adrenalina un poquitín. Como ya he dicho, me falta cogerle el tranquillo, y sabiendo que Julian Cope es un fan fatal de este álbum, igual en un rato se convierte en mi disco favorito. El caso es que aprecio su originalidad y su aversión por lo cotidiano, por ejemplo, y eso lo hace justo merecedor de mi nota preferida: el ☂. Un paraguas para la lluvia.
J: Esto… Sí… Claro. Entiendo. Pues lo que él ha dicho, más o menos, pero convirtiendo el paraguas en un… 7’75. Porque no me cautiva y se me hace largo a rabiar, amén de muy árido, pero tiene un par de temas que me gustan mucho, una fuerza enorme y derrocha originalidad. Y porque sí.
A: Es que no te has leído mi sistema: “probablemente una joya poco conocida que algunos entendidos veneran pero que a mí, por lo que sea, no me termina de encandilar”. Eso es el paraguas. Yoko Ono seguro que me comprende.
J: Y Sianoto Gano también.
A: Venga, al primero que comente de dónde viene esa referencia le regalo la discografía entera de Boredoms. Incluso esas cintas incunables de las cuales se sacaron 100 copias y no se conserva ninguna. Y podemos ir cerrando, ya de paso.
J: Le conseguimos los Boretronix, pero no del 1 al 3, sino el 4, y hasta el 5 y el 6. Así, a lo loco. Y sí, es el momento de gritar algo incoherente o espeluznante. Que es el Día-de-que-la-Gente-se-Murióse, o algo. ¿Gritamos al unísono?
A: Venga, vale.
AMBOS: ¡UNÍSONO!
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