Esta vez comenzaré por el final, la valoración. Pero no la
mía, quizá no hace falta que lo haga, se irá desgranando a lo largo de la
crónica. Esta vez será el público de la sala Galielo Galilei quien hará de juez
ante estos dos fenómenos. “Estos tíos son muy buenos”, una y otra vez durante
toda la noche, cada cambio de canción, de vestuario y al salir a la calle tras
más de dos horas de show. A estas palabras le unimos el final, con el público
puesto en pie, aplaudiendo, rendido ante dos personajes que sacaron la
expresión más espontánea del alma, la carcajada. O más bien las arrancaron
puesto que su estilo desgarrador, potente, irónico, chulo y esperpéntico
atraviesa nuestro cuerpo al menos por cinco sentidos y es que es un espectáculo
recomendado como un conjunto sensorial.
Si me preguntan si vi un concierto diré que sí, si me
preguntan que si vi un show humorístico también diré que sí, y si a estos dos
artistas onubenses los llevan al Circo del Sol, estoy seguro que entrarían a
formar parte del espectáculo principal mientras sobre sus cabezas vuelan
trapecistas, funambulistas y les acompaña en la percusión la mujer barbuda. En el
circo del Sol o en los Teatros de Variedades del Siglo XIX. Por suerte los
disfrutamos en Madrid y en la sala Galileo, no hace falta viajar en el tiempo y
pagar una entrada con la que no podamos llegar a fin de mes para vivir a los
Antílopez.
Con media hora de retraso del inicio esperado, más por un
público perezoso a la hora de llegar que por la presencia de los artistas en la
sala, comienza la función. Y lo hacen con un tópico, un clásico, los que nunca
fallan. Pregunta al público y respuesta atronadora por parte de la audiencia. Sí,
a todos nos viene a la mente Miliki y los payasos de la tele. Versión revisada
del “¿Cómo están ustedes?” y que comience la función, declaramos intenciones
para empezar, Los cantautores suicidas.
No iban a dejar títere con cabeza sea el títere una
marioneta o un titán y le tocó el turno de vaciles a los viejos rockeros, ya
sean Rolling Stones o Fito Cabrales. Se reflexionaba sobre los brotes de soja
mágicos que consumen los citados y les confieren energía y vitalidad. No hace
falta decir más. Presentaron su siguiente canción, La Balada Ovalada, una canción desprovista de “ulunous”. ¿Qué es un
“ulunou”?, esa receta interpretada por triunfitos que se empeñan en meter esta
conjunción de letras sin sentido para dotar de mayor emotividad a una canción. Si
a catorce “ulunous” unimos un rollo góspel podemos convertir la canción de
Willy Fog en un tema que no desentonaría incluido en un álbum de Pablo Alborán,
Kiko y Sara O David Bustamante.
El amor es un tema recurrente en la creación artística y no
podía faltar en el espectáculo de estos dos showman de Isla Cristina. El amor
entre una bolsa de plástico y otra bolsa de buen tejido en forma de bolero, He estado pensando.
Tras este comienzo en el que nos han hecho pasar por el
rock, la balada y el bolero es el turno de la interpretación libre. Un tema
irónico y ácido, una crítica a la hipocresía de ciertas campañas de
apadrinación de niños por un euro al día que tanto proliferan en navidad. Por cierto,
nos la felicitaron ya de paso. Y de pasar la sala de conciertos se convirtió en
un tablao flamenco donde con aires toreros y castizos interpretaron una copla, La necrológica de un amorío, con sombrero a la
cabeza que suele dotar de mayor autoridad al que lo porta.
Del tablao andaluz a la noche de Buenos Aires, argentina y
dos porteños que con la dialéctica argentina vacilan al público español con su
reflexión sobre la crisis económica de la nación. Una crisis que el pueblo
sustenta a través de iPhone y New Balance. Una crítica en clave de humor, una
pulla sutil, de las que entran con risa y escuecen como alcohol. Una sátira a
nuestra población en Los hijos de España.
De vuelta a Europa y de engatusadores iba la cosa, ya que al
cambio de sombrero tocaba cambio de país, de la Argentina a Italia. Dos países
de hombres conquistadores, como la serenata que pudimos escuchar en el
escenario, una Cantinela del mio cuore.
Otra vez cambio de sombrero, pero esta vez de sombrero a
gorro. Gorros por gorras. Suben al escenario dos personajes, Felix y Miguel
Ángel mutan en Troy y Cail y se pasan al beat box maestralmente interpretado. Un
rap a capela al más puro estilo “Príncipe de Bel Air”. El público alza las
manos al aire, en ese movimiento de noches de Violadores del Verso y es que Hoy la prensa viene sucia.
Hemos llegado al momento culmen de la noche y los Antílopez
nos dan un respiro de cinco minutos para volver a subirse a las tablas y
dejarnos muertos. Con moño y guante de entretiempo suenan acordes tétricos que
recuerdan a la melodía de “Pesadilla antes de navidad” y eso que pasamos
Halloween hace más de diez días. Locura psicópata, de manicomio de Cuarto
Milenio, apariciones que susurran comentarios de abuelas y el “Todo el mundo
tiene que morir”. Miedo, terror a los que como yo no creen en el amor y les da
más miedo una gata de caza a media noche en penumbra que la muerte. Suena La gatita presumida.
Estamos en la última canción, el speech de estos dos
artistas no ha podido ser mejor. Hay que acabar de la mejor manera y si
pensábamos que ya lo habíamos visto todo y pasado por cada rincón del mundo y
musical vuelven a dejarnos con la boca abierta y la risa brotando. Una canción
que habla del remoloneo de una chica en la cama. Una versión de Álex Ubago, Me muero por conocerte, interpretada con
ritmos Kazachot y en medio de todo este barullo, la canción de Bola de dragón
cantada a medio plazo entre artistas y público. Yo no sabría describir esto
último que vi, solo sé que era muy bueno. Para los que se hayan quedado con las
ganas tienen una nueva oportunidad de disfrutar de los Antílopez el 17 de
diciembre en Madrid de vuelta a la Sala Galielo Galieli.
Dos horas de como ellos mismos dicen “Desamor al arte” en la
que tuvimos de todo y echamos en falta algunos de sus temas como Analfanauta o Prefiero. Sin duda ganas para quedarse con más, mejor así. Y es
que, como ellos, nosotros también preferimos “la falsa cama, si te vi no me
acuerdo, de toda la sana locura de los que llaman cuerdo”.
Se menciona una canción llamada "La necrofilica morena", ¿seguro que no es "La necrológica de un amorío"?
ResponderEliminarSí, probablemente fuera un lapsus de nuestro redactor. Al pobre le tenemos casi esclavizado :P ¡Gracias por el apunte, y por pasarte!
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