sábado, 15 de noviembre de 2014

Tinariwen, @ Sala But, 13/11/2014


UN CANTO SAHARAUI

Esto debería ser la crónica de un concierto. Debería. Pero relatarlo como tal no está a mi alcance. Me faltan conocimientos del idioma, de la perspectiva del grupo en el tiempo y del contexto adecuado. Y es que aquí está la clave, en el contexto. Lo vivido el pasado jueves en la sala But es injusto que sólo sea denominado concierto. Se reúnen los elementos para ello, estoy de acuerdo. Colas antes de entrar en la sala, fans combatiendo con fotógrafos por hacerse hueco en primera fila, y unos tipos en el escenario que acarician guitarras de las que brotan sonidos que nos hacen viajar. Quizá la mejor denominación sería la de experiencia. La de comunión con un público que participa con ellos del show hasta encima del escenario. La de la visualización de ropajes extraños, telas de seda que envuelven cuerpos morenos descalzos. Me permito la absurda comparativa de sentirme Kapuscinski en Viajes con Heródoto. Algo distinto que me aleja de ellos al no entender las palabras que hay detrás de sus voces. Voces del desierto, de bereberes, de tuaregs. Para mi fortuna encuentro interlocutores entre el público. Vienen de Marruecos, de la frontera con Argelia, han viajado hasta el Muro del Sáhara Occidental. Es la víspera del 14 de noviembre. Hace 39 años que España olvidaba que tuvo una colonia y dejaba otra huella oscura de su historia. Marruecos y Mauritania se repartían el pastel. El pueblo saharaui era condenado al olvido, a la guerra, al exilio y a la ocupación.




Tinariwen vino a Madrid dentro de una gira europea que les está llevando a recorrer las principales capitales del viejo continente.  Presentaban su nuevo disco, Emmaar, el sexto de una larga carrera que se inicia en 1982 al hilo de las revoluciones tuaregs de los 70. De alma nómada, procedentes del Sáhara occidental, su música es un reflejo de su tierra de origen.  La actuación fue de menos a más. Los verbos floridos de textura delicada se entrelazaban con un maridaje de electricidad proveniente de las guitarras y el sonido más primitivo, natural y orgánico de las palmas y el djembé. Una comunión de blues del desierto, a la que se unen para adornar su actuación los bailes de uno de sus miembros. Movimientos sin un compás definido. No hay coreografía, es un nómada, baila libertad.


La temperatura iba aumentando, las sonrisas y miradas cargadas de emotividad bajo el turbante iban aumentando. Los riffs del bajista, Eyadou Ag Leche, en mi opinión el mejor músico del grupo, acompañaban a las chicas que subieron al escenario con lemas reivindicativos. Don´t keep calm and Sáhara Libre!



Y de esta forma el assouf, el estilo de música que ellos mismos han inventado lució más que una puesta de sol en el desierto en la noche madrileña. La combinación de blues, rock, reggae y el folk de los hombres azules del desierto dejaron con ganas de mucho más al variopinto público. Jóvenes europeos con barbas árabes. Árabes portadores de banderas y acompañantes occidentales que ayudaban a sostenerlas. En la lejanía y disfrutando de la música en intimidad, melómanos veteranos que te rompen tu supuesto conocimiento musical al cruzar cuatro frases con ellos. La experiencia suma más de un grado. Que suerte que la música salte muros, tumbe vallas, y no entienda de fronteras.  A través de su música, Tinariwen, exiliado durante la grabación de su último disco en los EE.UU. debido a los problemas políticos y la difícil situación que sigue viviendo el norte de Malí, unieron razas, ideologías y convicción. La música siempre tiende puentes.


Abandonan Madrid y su peregrinaje nómada los lleva a Londres. Aquí han dejado una huella que seguro perdura más que la que deja una pisada en las arenas de las dunas del desierto. Desierto, que como ya cantaba Reincidentes "Se llame libertad". 

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