martes, 14 de mayo de 2013

Nocturno en do sostenido menor, Frédéric Chopin


El Romanticismo fue probablemente la etapa más prolífica de la historia de la música en cuanto a la aparición de grandes compositores. Beethoven, Schubert, Brahms, Mendelhson, Schumann, Lizst, Wagner, Berlioz, Verdi... Y también el gran Frédéric Chopin (1810-1849), un auténtico monstruo del piano, tanto en la faceta de compositor como en la de intérprete, que representó fielmente a la figura del virtuoso del instrumento, al igual que su contemporáneo Nicola Paganini (aunque en este caso del violín).



Chopin también representa el modelo de compositor romántico: un hombre atormentado, inseguro, que odia a su época y a sus congéneres, que no pueden llegar a entenderlo y viceversa, y un ejemplo de la baja esperanza de vida del artista romántico. Apasionado, sensible y propenso a las depresiones, Chopin tuvo una vida repleta de continuos altibajos: mientras la enorme calidad de su música era reconocida y aplaudida, en la faceta personal vivió una compleja y problemática relación con la que muchos consideran que fue la mujer de su vida, la baronesa Dudevant, conocida por su pseudónimo de George Sand. Además, sus continuos problemas de salud, que le quitaban toda autoestima, le hicieron plantearse el suicidio en varias ocasiones. Así mismo, también fue un enamorado de su patria, Polonia. En la era de las revoluciones liberales en Europa y de los nacionalismos, el compositor siempre añoró a su país, al que profesaba un amor incondicional, y del que tuvo que huir para no volver tras el levantamiento popular contra los rusos, duramente reprimido, algo que le afligió profundamente durante toda su vida. 

El legado que nos ha dejado Chopin, por otra parte, quedará para la posteridad por su influencia, su ternura y su característica expresividad y sensibilidad. La obra en cuestión que hoy tengo el placer de analizar es el mejor ejemplo de ello. Además, tuvo a grandes artistas de su época entre sus grandes amistades. Algunos ejemplos fueron el pintor francés Eugène Delacroix, el poeta alemán Henrich Heine o los compositores Franz Liszt y Robert Schumann. Todos ellos coincidieron a la hora de ensalzar su figura, que con el paso de los años se ha convertido en un mito del piano, un hombre cuyas notas, en palabras su amigo Lizst, eran diamantes que caían del cielo. 


Con obras como este nocturno, Chopin engrandeció hasta límites insospechados la figura del piano. El término nocturno, por cierto, representa en la jerga de la música clásica a una pieza, que puede ser vocal o instrumental, de melodía dulce y estructura libre, algo novedoso y muy característico del periodo Romántico. Chopin escribió hasta 21 nocturnos, a cada cual más bello y gozoso de ser escuchado, pero finalmente me  he decantado por este por su enorme significado y capacidad de transmitir sentimientos. Reconozco que estoy en temporada de exámenes y que también tengo algún que otro bajón, y esta pieza no puede ser más propicia para la ocasión. ¿Estáis preparados para un viaje a lo más profundo del alma? ¡Vamos allá!

Si habéis visto El Pianista, de Román Polanski, no os costará mucho reconocer la melodía, que es uno de los temas centrales de una película en la que la obra de Chopin está muy presente, y que recomiendo seriamente para todo amante de la música clásica y del buen cine. Entrando en aspectos musicales, la obra tiene una estructura fácilmente reconocible, con estribillo, pasaje central y repetición de estribillo con un gran número de variaciones (A-B-A'). Su tiempo es lento y acompasado, extremadamente expresivo y emotivo. Al empezar la obra, al estribillo le precede una introducción de unos pocos compases tocados con mínima intensidad, dando paso a un derroche de magia, a maravillosas sucesiones de notas que ponen los pelos de punta y que hacen saltar las lágrimas. Por cosas como este estribillo no se volvió a saber nada más del clavicémbalo, asentando al piano como el referente instrumental hasta nuestros días. Una melodía pesante, deprimente, pero que te llega al corazón. Y que además es muy recordable. Tras el pasaje, llegamos a la parte intermedia, que funciona como un puente reconfortante e ingenioso entre las dos repeticiones de la melodía. Más alegre, vivo y enérgico, parece querer escapar de la melancolía inicial, pero vuelve a caer en ella irremediablemente, dando paso al segundo estribillo. De esta forma, la obra parece representar fielmente la personalidad de su autor. ¡Pobre Chopin! Corta y dolorosa existencia para una persona tan grande y merecedora de un mínimo de felicidad. 

Otra vez en el estribillo, las variaciones que podemos apreciar resaltan una mínima dificultad técnica añadida y un desarrollo más que tiende hacia la inmediata conclusión. Y es aquí donde la magia de Chopin se desata hasta límites insospechados, dando comienzo a una gran coda o epílogo de la pieza, donde la destreza y el dominio de la técnica son indispensables, sucediéndose de forma rapidísima y sin tiempo para respirar escalas ascendentes y descendentes, con hasta 35 notas en la más larga. Una auténtica locura, el delirio final que concluye dando paso a un lento y tranquilo arpegio, con el culmina esta pequeña joya de apenas 4 minutos de duración.

Es una pena que Chopin viviese amargado consigo mismo. Pero creo que 9 de cada 10 genios tenía este problema. El problema de ser tan grandes. Chopin se refugió en la música constantemente para escapar de los sinsabores y el desencanto, para huir de un mundo enfermo, para fundirse con su piano en una relación esencialmente de amor. Su vida sentimental era un desastre, su salud flaqueaba, su cabeza decía basta, pero el piano siempre estaría allí. En lo malo, en lo muy malo e incluso en los últimos momentos de una corta pero intensa vida. Con 39 años nos dejó el pianista más grande de todos los tiempos, y hemos de agradecer a sus amigos y familiares que hiciesen caso omiso a la petición del músico de quemar sus obras una vez hubiese fallecido. Habría sido un mazazo tremendo del que la música no habría podido recuperarse. Este nocturno en do sostenido menor representa fielmente la música que nos legó Chopin: la que sale directamente del corazón, la que penetra en tus sentidos, te abraza, te acaricia, te coge las manos y te besa apasionadamente mientras lo único que quieres es que no se acabe, que ese sonido que endulza tus tímpanos resuene para siempre. Si no la habías escuchado aún, estás a tiempo de ponerte los cascos, echarte en el sofá y disfrutar como nunca de la plenitud del romanticismo musical, de la música hecha poesía.

Valoración: ETERNA


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7 comentarios:

  1. Como bien dices, eterna. Siempre he adorado esta escena de Chopin, y más aún desde que vi "El pianista" (me sumo a tu recomendación).

    Lo que no sabía era de su vida personal. Pero escuchando lo que componía, la verdad, era de esperar. Pobre hombre. Pobre genio.

    En fin, hablando de pianistas geniales... Ya sabes quién es para mí el mejor del mundo ;P (pido en todos los artículos, a ver si cuela jajaja)

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  2. Pides y con razón, caribú, no nos engañemos jajajaja. Si te sirve, no creo que Minchin y Chopin se diferencien demasiado... sólo que uno sabe llevar mejor los problemas que el otro :P
    Y no he puesto ni la mitad de las desgracias de este hombre, la verdad. Para eso tocaría hacer un artículo específico...

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  3. No, no, pichita, ¡hablaba de Rachmaninov! jajajaja Pero muy interesante la comparación Minchin - Chopin, sí señor ;)

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  4. Una prejunta: ¿Quién es el mejor intérprete de los Nocturnos? Porque la gente dice que Rubinstein, pero otros dicen que su forma de tocar era bastante "aburridita" (eso dice un amigo que toca el piano, pero también es imbécil, o sea que todo podría ser).

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    1. Amo los nocturnos y he escuchado muchísimas versiones. Para mi gusto, el que mejor los toca de largo es Rubinstein, al menos es quien a mi me toca más la fibra

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  5. Rubinstein es para mí el amo y señor en estos lares, aunque Horowitz no se queda atrás, precisamente. Si me dan a elegir prefiero al primero, porque a la hora de transmitir... buffff. Y me guardo lo que podría decirle a tu amigo. A lo mejor le va más loco y movido (Rachmaninov, sin ir más lejos), pero lo que tiene Chopin es que es único y especial a la hora de tocarse. Si le aburre y es pianista estamos apañaos.

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  6. Gracias por tal expresion,,este tema a mi me pregunta un por que ¿¿¿ tocarlo es saber la respuesta que uno siente al sentir,,el por que de las cosas

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