ÁLVARO: Hola hola, amiguitos y amiguitas. Hoy nos adentramos en el extraordinario mundo de Joanna Newsom, la mujer que convirtió el arpa en el instrumento más hip de los siete mares en este su segundo disco, Ys. Estoy seguro de que es una elección que ha hecho a Jorge muy feliz. Entre otras cosas porque la hizo él.
JORGE: No me costó mucho decidirme. Mientras barajábamos opciones, Álvaro propuso a Joanna Newsom, yo dije “¿y esa quién es?” y él contestó algo así como que era una señora que tocaba música medieval con un arpa. Me lancé de cabeza sin temor a equivocarme y… bueno, la verdad es que no me esperaba la abismal calidad (y calidez) de este trabajo. Pero por favor, camarada, pónganos en contexto sobre esta artista.
A: Bueno, pues la señora Newsom nació en algún momento hace ya unos treinta años, supongo. Hija de padres medio hippies, a los dieciocho años se fue al bosque y se rodeó de un círculo de piedras mientras meditaba en ayunas delante del río durante tres días. Cuando volvió, se había convertido en la nueva voz del “folk”, o como sea que se pueda categorizar la música que hace. Para Ys concretamente, disco en el que intentaba relatar de manera un poco obtusa (igual un poco no) los sucesos acontecidos en su vida durante el último año, decidió que necesitaba dos cosas. La primera era explayarse a gusto, y vaya si lo hace, con canciones que superan sin excepción los siete minutos; la segunda, la ayuda del gurú del pop barroco Van Dyke Parks, otrora colaborador de Brian Wilson. Y así es, queridos, como Ys surgió del barro californiano.
J: El disco anterior, The Milk-Eyed Mender, había tenido una acogida fantástica y los críticos lo habían visto como un álbum debut más que sólido, pero fue con este segundo trabajo con el que terminó de romper moldes del todo. Lo primero que llama la atención es lo que ya has mentado: la duración. Ys se compone de tan solo cinco canciones: la más corta, la que cierra, “Cosmia”, con 7 minutacos. Y la más larga, la inmediatamente anterior, “Only Skin”, con… 17. Y no se trata de un disco progresivo, en que 15 de esos 17 minutos puedan ser instrumentales, no: me ha dado por contar los versos de alguna canción, y por ejemplo la que abre, “Emily”, tiene un centenar; la ya mentada “Only Skin”, 247. Una locura, vamos.
A: Newsom es tan poeta como música, y analizar las letras, que es una cosa que hacemos en todas las críticas, me ha llevado más tiempo que ninguna otra cosa durante la preparación. Newsom es una enciclopedia de vocablos extraños, y sus discos probablemente deberían venir con un glosario de términos. Su locuacidad es tan extrema que se ha convertido en uno de los principales puntos de contención entre sus detractores. Ella se defiende, porque pasa mucho tiempo considerando cada palabra que utiliza, y cada matiz está más que estudiado. Es una gozada leer las letras, aunque son muy personales y no se puede garantizar que al final de haberlas leído se entienda más que un poquito de lo que todo significa. “Only Skin” es tan ambiciosa en ese sentido, por ejemplo, que solo tengo una impresión general de lo que vienen a representar esas 247 líneas que comentas.
J: Yo no voy a mentir: de todo lo que he leído y analizado, a lo mejor entiendo el 20%. Y con suerte. La verborrea, en el buen sentido, de Newsom puede ser tan directa y cercana como oscura y complicada de entender, y tanto antes como después de analizar las letras he tenido que indagar en entrevistas y demás para saber de qué hablaba cada canción. En parte, claro, por eso que comentas de lo personales que son, donde la única excepción resulta “Monkey & Bear”, una balada épica llena de dobles sentidos y juegos de palabras que, si es cierto lo que he leído por ahí, narra un mito cosmogónico sobre la creación de la Osa Mayor.
A: Eso parece, aunque hay muchos temas interesantes en la letra. El mono y la osa escapan de la granja donde estaban, y pueden vivir por primera vez en libertad. Pero el mono manipula a la osa para que siga encadenada y trabaje para él, negándole esa libertad que se prometía al principio. Y al final, la osa decide abandonar su cuerpo y, en teoría, formar la constelación, aunque puede que sea una metáfora de una liberación menos mitológica. Más fenómenos astronómicos suceden en “Emily”, dedicada a la hermana de la artista que se dedica a ello. “Emily” es una canción que he decidido saltarme un par de veces en la escucha del disco por motivos diversos.
J: ¿Quieres desarrollar esa idea, o prefieres mantenerla en las sombras?
A: Quizá. El caso es que es una canción que tenía ya lo suficiente trabajada, y me gusta demasiado como para ponérmela tantas veces que acabe teniendo cero efecto en mi persona. Es totalmente perfecta, y eso que dura doce minutos. La orquestación de Parks y la compleja letra y florituras de arpa de Newsom se complementan de la mejor manera, y de hecho en un principio quise que esta crítica constara exclusivamente de versos de la canción. Si no convencen a la gente de que escuche este disco, dudo que nosotros podamos hacerlo. Elige uno tú, que eres el poeta.
J: Me pones en un brete, la verdad, porque mis versos favoritos de la canción no son, tal vez, los mejores. Al menos, si se los saca de contexto. Pero en cualquier caso, lo que más se me graba es ese pequeño poema astronómico de Newsom cuando dice:
“That the meteorite is a source of the light
And the meteor's just what we see
And the meteoroid is a stone that's devoid of the fire that propelled it to thee
And the meteorite’s just what causes the light
And the meteor’s how it’s perceived
And the meteoroid’s a bone thrown from the void
That lies quiet and offering to thee”
A simple vista, podrían no parecer los mejores versos del tema, pero Newsom los convierte en el estribillo y les da el peso de toda la canción con los que vienen justo antes, en que habla de cómo esos versos son una promesa a su hermana, una manera de recordar todo lo que ella le ha enseñado:
“Anyhow - I sat by your side, by the water
You taught me the names of the stars overhead that I wrote down in my ledger
Though all I knew of the rote universe were those Pleiades loosed in December
I promised you I'd set them to verse so I'd always remember”
A mí la belleza de ese momento me encoge el corazón, qué quieres que te diga. Y hace pelear fuertemente a este tema por el primer puesto de mi favorita del disco (en cuanto a letra lo es, sin dudarlo).
A: Se podría coger más o menos cualquier fragmento del disco y hay un 100% de probabilidades de que sea excelente. “Sawdust & Diamonds”, por ejemplo, la única canción que no incluye arreglos por parte de Van Dyke Parks, tiene una maravillosa estrofa con varias capas de significado:
“There’s a light in the wings, hits the system of strings
From the side, where they swing —
See the wires, the wires, the wires
And the articulation in our elbows and knees
Makes us buckle;
We couple in endless increase
As the audience admires”
Las cuerdas y la audiencia que admira podrían hacer referencia a Joanna y su arpa, o todo podría ser una metáfora sobre cómo somos marionetas del destino. O la pareja podría ser la de una relación, porque tampoco la letra lo deja demasiado claro. Hay indicios y frases a lo largo del álbum que podrían hacer referencia a un embarazo perdido, aunque en entrevistas no he leído nada que pueda confirmarlo. Son una genial lectura, todas las letras, y por eso estamos hablando de ellas más que de la música en sí, que también tiene lo suyo.
J: Así es, y creo que cualquiera que nos esté leyendo ya tendrá claro que, al menos en lo que a las letras concierte, el disco es de escucha obligada. Ahora, que la música que acompaña también es una delicia. La protagonista indiscutible es, como ya has mentado, ese arpa que toca Newsom, pero también tiene un peso enorme la orquesta que hay detrás, y que es la máxima responsable del crecimiento de temas como “Emily”. Donde, por otra parte, también tienen cabida variaciones musicales bastante inesperadas: desde la primera escucha me intriga mucho ese instrumento cuyo nombre jamás recuerdo, que suena más o menos tras el 9:30, después de ese “Come on home, now! All my bones are dolorous with vines”. Y que sale un poco de la nada, vaya.
A: Yo lo llamo el boinky-boinky. Mis extensas investigaciones me han llevado a un instrumento llamado arpa de boca, que es una especie de chisme que te metes en la boca y al puntearlo pues hace boink. Quiero uno.
J: La verdad es que suena guay. Y más interesante con el nombre de boinky-boinky. ¿Compramos uno?
A: No pueden ser muy caros, y seguro que van a juego con mi kazoo. Pero bueno, ¿tienes algo más que añadir?
J: No sé si nos queda mucho por desgranar ya, la verdad, pero quiero volver por un segundo a la que se pelea con “Emily” por ser mi canción favorita del disco, y quizás gana: “Cosmia”. El comienzo bucólico, pero con bastante ritmo, que va creciendo y llega al clímax con ese “And I miss your precious heart, / and I miss your precious heart, / and miss, and miss, and miss, / and miss, and miss, and miss, / and miss, and miiiiiisss your heart”.... Me toca mucho la fibra todo el disco, pero ese momento en general me pone los pelos de punta. Y sirve como un cierre magnífico para todo lo que ha venido detrás.
A: Sin dudarlo. No es un disco para todo el mundo, supongo, pero es fácil apreciarlo aunque no sea tu tipo de música. Dicho esto creo que es un gran momento para ir a las notas. ¿Empiezas tú?
J: Venga, sin vaselina: 9’75. Con cada escucha ha ido subiendo más y más la nota. Al principio de esta crítica le iba a dar entre un 9’25 y un 9’5, pero cosas que has dicho me han convencido para acercarlo aún más a la perfección.
A: Yo en lo subjetivo le subí al 10 ayer mismo, en mi última escucha. Teniendo en cuenta la alineación de los astros y el resultado del Betis-Levante, mi estimación es la de un saludable 26. Creo que es buena nota. ¿No?
J: Esperaba que le dieras un pelín más (en lo objetivo), y no bajara del 9, pero sigue siendo una magnífica nota para un disco que lo merece. Y, por cierto, no hemos mentado ni esa portada tan de retablo medieval, ni a qué hace referencia el título del álbum.
A: No, pero puedes hacerlo si gustas. Que eres el de letras, o algo.
J: Pues así, grosso modo, Ys era una ciudad en las costas bretonas que, o bien se construyó robándole terreno al mar, o bien fue el nivel del mar el que subió, por cambio climático o avatares divinos. Total, que había un dique protegiendo la ciudad, como en Holanda pero sin tanta droga, y la única llave de la puerta (no tiene mucho sentido, da igual) la tenía el rey, pero un día la hija, que es poco menos que Satanás en esta leyenda, se la robó para dársela a Satanás (este sí, el de verdad, el de las patas de cabrito), y Satanás abrió la puerta, y a la mierda todo, y el rey y su hija huyeron en un caballo mágico, pero el rey escuchó una voz celestial que le decía que se deshiciera del demonio que llevaba a la espalda, así que arrojó a su hija por la borda y se salvó. Y fin. Muy edificante todo. Ah, y la ciudad resurgirá algún día de las aguas y sustituirá a París, o algo.
A: A ver si pasa pronto. La portada post-renacentista, o lo que sea, la hizo un amigo de la cantante y pasó unos cuantos meses con ella. Hay un montón de símbolos que tienen algún significado para alguien, como la hoz y la polilla. Una cosa que me hace gracia es que hubo gente que se reía de Joanna por ponerse eso en la portada como si estuviera en un mercadillo medieval, a lo que ella dijo “pero si es lo que me pongo para ir por la calle”. Es grasioso.
J: Además de una artista increíble, parece maja y divertida. Si es que lo tiene tó. Se merece la nota dada, pero mucho. Y por mi parte, poco que añadir. ¿Algún exabrupto que se te venga a la cabeza? ¿Loas a algo terrible tras esta crítica tan paradisíaca?
A: A Eslovaquia.
J: DI TU FRASE.
A: Viva Eslovaquia, hombre ya.
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