ALEXANDER O'NEAL - HEARSAY (1987)
Cuando empezó Rockrítico, probablemente era inimaginable que algún día me sentara a realizar una crítica de este disco, entre otras cosas porque no tenía ni pajolera idea de quién diablos es Alexander O'Neal, pero también porque el R&B contemporáneo con toques sintéticos era un poco lo contrario al tipo de música que este blog pretendía propagar. Pero me alegra mucho haber cambiado, aunque ese nombre que le pusimos nos perseguirá hasta el fin de los días, parecido al señor que puso a Neymar en la portada del álbum de cromos de este año.
El disco es extrañamente conceptual, teniendo lugar en una celebración durante la cual podemos oír a hurtadillas diversas conversaciones, esas "habladurías" del título. Los sonidos son brillantísimos, una producción cristalina (y bastante mal parada con la edad, por maravillosa que sea) obra de Jimmy Jam y Terry Lewis, discípulos de Prince y responsables del sonido de Janet Jackson, nada menos. De hecho, este es uno de los primeros discos en los que realmente me dí cuenta de la mezcla, de todo lo que estaba pasando en los auriculares. "(What Can I Say) To Make You Love Me" es todo alegría, y viene a probar que los sintetizadores no equivalen a una música artificial. Los metales se agitan, los coros femeninos levantan y el bajo propulsa cada una de estas nueve canciones. El más grave problema es sin duda la presencia de esos interludios festivos y cotilleos entre todas ellas, aunque sin duda aporten un cariz peculiar al disco. Aparte del baladismo del macho que se defiende de acusaciones de infidelidad en "Hearsay", el boogie percusivo de "Fake", y el dueto pastelero con Cherelle de "Never Knew Love Like This", la canción estrella es "Criticize", que combina todo lo maravilloso del disco en cuatro minutos dorados (aunque prefiero la versión del single ligeramente), y que es un temazo cinco estrellas. Un disco quizá demasiado poco apreciado, y que sin duda está entre las cumbres del género, pese a sus límites y la ligera sobreabundancia de la balada hiperglucémica. Canciones pegadizas, ritmos bailables, y un poco de soul. ¿Qué más quieres?
VALORACIÓN: 19/30
RECOMENDADO PARA: Una fiesta en la que no quieras estar.
ICHIKO AOBA - 0 (2013)
No espero que nadie tenga referencias de Ichiko Aoba, algo así como la Joanna Newsom japonesa. Así que nadie sabe exactamente qué esperar, y yo no sé siquiera cómo referirme a las canciones del disco, así que utilizaré la latinización que me diga el traductor de Google, y tal. Este es un disco de folk relativamente occidentalizado, donde por lo general el único acompañamiento a la voz de Ichiko es su propia guitarra, con ciertos matices jazz como en "Ikinokori●boku-ra" (advierto que el disco es difícil de encontrar en el internete), pero cada canción se toma su tiempo en recorrer todos los senderos en la espesura, abriendo caminos.
Es una hora de disco, en un idioma que a muchos nos es ajeno, pero atrapa al oído como pocos, con la melodiosa voz de Ichiko sonando como el viento entre los árboles (la naturaleza es sin duda una de las bases del álbum, y podemos escuchar sus sonidos al fondo muy a menudo, sin ir más lejos en "Mars 2027", donde la experimentación es un poco más obvia). Dos temas superan los diez minutos, si bien la audacia de la joven cantautora es suficiente para que no se conviertan en pesados: "Iri guchi de guchi", dulce y dispersa (quizá demasiado), y el por algún motivo titulado en chino "Jīxiè shìguà nǎi yǔzhòu", que es una absoluta locura en su belleza casi aflamencada. Sin embargo, el breve "Uta no ke hai", casi pop, es igualmente maravilloso. Atmosférico, orgánico, a veces siniestro, y sólo una mujer con su guitarra.
Es una hora de disco, en un idioma que a muchos nos es ajeno, pero atrapa al oído como pocos, con la melodiosa voz de Ichiko sonando como el viento entre los árboles (la naturaleza es sin duda una de las bases del álbum, y podemos escuchar sus sonidos al fondo muy a menudo, sin ir más lejos en "Mars 2027", donde la experimentación es un poco más obvia). Dos temas superan los diez minutos, si bien la audacia de la joven cantautora es suficiente para que no se conviertan en pesados: "Iri guchi de guchi", dulce y dispersa (quizá demasiado), y el por algún motivo titulado en chino "Jīxiè shìguà nǎi yǔzhòu", que es una absoluta locura en su belleza casi aflamencada. Sin embargo, el breve "Uta no ke hai", casi pop, es igualmente maravilloso. Atmosférico, orgánico, a veces siniestro, y sólo una mujer con su guitarra.
VALORACIÓN: 21/30
RECOMENDADO PARA: Una excursión en un bosque japonés. Quizá el de los suicidios.
LINDSEY BUCKINGHAM - OUT OF THE CRADLE (1992)
Out of the Cradle, como su título parece indicar ("fuera de la cuna"), es el primer disco de Buckingham tras su salida de Fleetwood Mac, pero el sonido del que había sido su último álbum, Tango in the Night con ellos sigue todavía muy presente: la sección de ritmos utilizada aquí, por ejemplo, bien podría haber corrido a cargo de Fleetwood y McVie. Buckingham, ya que se ponía, decidió encargarse de prácticamente todos los instrumentos que aparecen en el álbum, porque de qué servía la libertad de estar en solitario si no se ejerce, supongo. Desde el primer segundo, con esa introducción a guitarra, tenemos a Buckingham en estado puro, unas florituras de esas que hacen falta ocho dedos en cada mano para interpretar. Tras ella, "Don't Look Down", un tema pop peculiar, con un fondo de música de ascensor y extraños coros sampleados. "Wrong", con su aire de cowboy, es otro tema fantástico.
Mi tema parecido es "Doing What I Can", quizá por parecerse tanto a "Big Love" hasta bordear los límites del autoplagio. El sonido y la producción están ligeramente deshumanizados, lo cual es algo que podría echar para atrás a la gente que busque aquí un disco con más alma: esa guitarra de "Countdown" está ultraprocesada a unos niveles destripatímpanos bastante interesantes, sin ir más lejos. Otra de las grandes joyas del disco, "Soul Drifter", maravillosamente construida, bien podría ser obra de un latin lover a lo Julio Iglesias. Es un rock muy sintético, con cajas de ritmos y efectos a cascoporro. Quizá horrible para puristas, pero gente menos sentenciosa puede disfrutar de un buen puñado de gemas.
VALORACIÓN: 21/30
RECOMENDADO PARA: Guitarristas talentosos que acaben de salir de una banda y que hayan desarrollado una inexplicable adicción a Julio Iglesias.
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