RONDA 1: Single al azar: "Lovin' So Hard" vs. "Key Key Karimba"
El destino devuelve a Becky a sus orígenes; "Lovin' So Hard" es de sus primeros temas relevantes, y la bisoñez es muy patente. Si esta canción hubiera salido en 2007, en plena ola del pop Disney, representaría a la perfección esa época de mechas chunky y piercings en las fosas nasales. Pero no es así: estábamos a mediados de los 10's, con el virus retro-ochentero en crecida y el hip hop ganando terreno en las listas. Becky tenía un filón con la oportunidad de ser pionera en lo de llevar el urbano al mainstream, y sin embargo aquí la vemos enarbolando la bandera del Tuenti-pop, paseando con su novio el Jonny (en realidad el ya olvidado cantantucho Austin Mahone) por las playas de Malibú. Esto suena a una balada que Kesha podría haber compuesto dormida, y desde luego tiene ese efecto somnífero: la voz plana de Becky, con esos dejes al final de las frases tan arrastrados, que tanto quieren parecerse a los de Britney, contiene todos los malos hábitos de las superstars de principios del milenio, en un momento en el que la sociedad ya había aprendido de ellos.
¿Qué ven mis ojos? ¡Algo que no es "Tarzan Boy"! Yo también tuve mi época italo-disco, como cualquier persona de bien: quién puede escuchar por primera vez "I Like Chopin" sin flipar en colores. Baltimora, sin embargo, se alejan bastante de la fórmula de ese género, tal vez de ahí viene la feliz idea de poner a un británico delante de la cámara, aunque (dicen las malas lenguas) alejado de los micrófonos. El grupo suena mucho más al new pop de las islas que a nada venido del Mediterráneo, y este absurdo "Key Key Karimba" no es una excepción; en cuanto metes una guitarrita medio funky, te adentras en terreno pseudo nuevaolero irremediablemente. Además la voz, provenga de quien provenga, es más convincentemente anglosajona que la de un Silver Pozzoli, por decir alguien; hay ratos que hasta me recuerdan a los Level 42, por mucho que me duela reconocerlo. El tema tiene sus momentos de lucidez, que me hacen pensar que esto y cosas similares las tenían que tener en bucle en la factoría Stock, Aitken y Waterman. Nada del otro jueves, pero pegadizo.
Baltimora se llevan el primer punto, con facilidad. Quedamos a la espera de que Becky cierre sesión en MySpace, y a ver si recupera el territorio cedido.
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RONDA 2: Canción más escuchada: "MAMIII" vs. "Tarzan Boy"
Tiremos de Spotify esta vez, aunque cada plataforma tenga su elección. Sorprendentemente, en la del círculo verde no prefieren a Becky como Lolita sugarbaby ni como nudista nocturna, si no en compañía de su tocaya colombiana de apellido monográmico, la "bichota" Karol G. Las dos reinas se reparten el despecho en este reggaetón hacia uno o más hombres tóxicos, con joyitas como "pa' la mierda y nunca vuelvas" o "te dejé el review, no te puse ni una estrella", planteando una realidad distópica a lo Black Mirror en la que puedes calificar personas. Me alegra la vertiente empoderada de la música latina, especialmente después de décadas de cosificación, pero aparte de eso la canción ofrece bastante poco. En particular no se hace ningún favor al traer a colación a Paquita la del Barrio: un detalle precioso el hacer referencia a esta pionera, pero si ponéis delante esa comparación, es casi imposible estar al nivel de su estatura, ni de sus sangrientos despieces a machitos de tres al cuarto. "MAMIII" es automática, un single de Los 40 Urban como hay cientos, y probablemente una pérdida de tiempo para dos gigantes en su prime.
"Tarzan Boy" es la primera, segunda, cuarta y sexta canción más escuchada de Baltimora, sus quince minutos de fama en una época donde aprovechar tu breve estancia bajo los focos era mucho más difícil: tenías una oportunidad, y si no la aprovechabas, desaparecías para siempre. Resulta difícil dilucidar si los italianos sacaron partido, porque el tema es inmortal, pero imagino que apenas nadie sabe a quién se lo debemos. El ingrediente más memorable, esa musicalización del grito de Tarzán, no solamente es maravilloso, si no que es posiblemente uno de los fragmentos más pegadizos de música jamás sintetizados; el resto está bien, en la línea de lo producido en el país transalpino, fresco y artificial, y de hecho uno de los pocos éxitos allí gestados en cruzar el charco y hacerse global. Si Disney hubiera decidido hacer la película unos añitos antes podríamos haber disfrutado de Baltimora en la banda sonora, y no de un Phil Collins multilingüe y desganado. Opinión polémica, lo sé.
Golazo por toda la escuadra de la selección azzurri que lleva a Baltimora a ponerse a una victoria de la aniquilación. ¡Despierta, Becky!
BECKY G 0 - 2 BALTIMORA
RONDA 3: Redes sociales
Las diosas lanzan un cable a Rebbeca (sí, con dos Bs, yo tampoco lo entiendo): como buena millennial se ha amamantado de la inagotable teta de Instagram, TikTok, Twitter y hasta Facebook, aunque esta última sea más para gente de la edad de su abuela a estas alturas que además cuenten con un arsenal de munición en el sótano. Por desgracia, su contenido es casi íntegramente corporativo, ausente de demasiada personalidad: promoción de sus discos más recientes (que al parecer es de rancheras, ahora que vivimos por extraño que parezca un auténtico boom de la música regional mexicana), anuncios de tequilas variados (o agua de coco para la gente más abstemia) y por demás agradecimientos a la vida que le ha dado tanto. Sus posts suelen estar reutilizados, quizá muestra de su conciencia con el medio ambiente o de que paga alguien por llevar sus redes. Diría que su hábitat más adecuado es el de TikTok, donde podemos imaginar que su vida es un bucle continuo de comer Cheetos picantes y hacer twerking en bata mientras sujeta lo que nos juran que no es una chusta, que es un palo de incienso o algo. Ella se lo pasa bien, que es lo que importa.
Baltimora no duró ni una legislatura, y cuando estuvo vigente la única red social que existía era la de los colegas que te llamaban por el telefonillo. Desapareció cuando, casualmente, "Key Key Karimba" fracasó en ventas, y ninguno de sus integrantes ha dado demasiadas señales de vida; el pobre Jimmy McShane falleció de SIDA a los 37 años, mientras que la cabeza pensante de Maurizio Bassi siguió tras la cortina trabajando, presuntamente, con Eros Ramazzotti o Sergio Dalma, la punta de lanza de la balada italiana. Mis dotes de investigación son poderosas, y he encontrado el Facebook de Maurizio, pero el contenido más relevante es una foto de él dirigiendo una orquesta. Ni lo enlazo. La conclusión más trágica es que el nombre artístico de Baltimora ha sido, incomprensiblemente, adoptado por un muchacho veinteañero que ha ganado X Factor en Italia y que, por lo tanto, es plenamente consciente de las connotaciones que esa marca conlleva. Sus redes son, así y todo, bastante pobres.
Becky no generará salseo, pero sus redes cumplen la función más importante, y además no me han hecho descubrir la existencia de una segunda Becky usurpadora, por lo que se estrena en el marcador.
BECKY G 1 - 2 BALTIMORA
RONDA 4: Videoclip al azar: "Arranca" vs "Key Key Karimba"
Hubiera querido que "Arranca" viera en su videoclip a Becky G disfrazada de Luis Moya gritando improperios a su pobre piloto (quizá el tal Omega... del que ahora hablo porque Virgen santa), y dando cabezazos al salpicadero o algo. Pues no: si líricamente el tema va cantarle las cuarenta al típico cholo que ni come ni deja comer, y no asume que su relación ha terminado, lo que muestra la directora Karla Read es un día de playa en el Caribe con gente completamente ajena a aquello de lo que está hablando. Ni siquiera Becky aparece "partiseando en un weekense" ni nada, sólo está inerte sobre la cubierta de un yate o semi-flotando donde no cubre, mientras extras que jamás coinciden en pantalla con ella comen gambones o deambulan en moto. Por suerte, Omega (a quien ponen el apelativo "el Real" como si fuera un monarca Habsburgo o algo) viene a regarnos todo con su flow. El jambo parece una especie de Corey Feldman (ahora, no en Cuenta conmigo) que ha saqueado el joyero del Cigala y a falta de chroma ha encargado a la clase de cuarto curso de doña Puri que le pinte una sábana con una escena playera... pese a encontrarse él ya en una playa. Luego ya sí se van Becky y él de jarana a tomarse un Bacardí Cola porque a nadie se le ocurría nada más genérico.
Y diría que Baltimora tiene todo para ganar aquí, pero es difícil mirar a "Key Key Karimba" ahora que sé que supuso el final de Baltimora, pero toca abordarla desde esta nueva perspectiva visual. Aquí ya hay un concepto, y no quiero gritar Jean Vigo en los primeros quince segundos del clip, pero huele a que estos niños peripuestos en un aula como de la posguerra van a rebelarse ante la disrupción que trae Jimmy, que viene como con espuelas y coletilla de profesor de Filosofía, porque los complementos no tiene por qué... complementar. La entrada del presunto cantante es apoteósica, con un semigiro tras salto, y, salvo una niña que al menos se vuelve para mirarlo (con un rictus severo), nadie en absoluto percibe como extraña. Es como "ya ha venido el friki del bailoteo, vamos a ver si me deja acabar el ejercicio del Workbook". De algún modo, su acometida provoca una especie de Tourette colectivo, una epidemia de tics que desemboca en los críos poniéndose en fila india para gritar los coros de la canción, aunque no sé qué hubiera opinado Kuleshov de las imágenes de traseros encorsetados en mallas que aparecen a corte en esos momentos. Vemos como ese grupo de fitness invade la sala, pero se interrumpe esa trama para presentarnos a Jimmy y una señora bailando el tango de la muerte entre unas columnas. Es bastante guay, pero agradecemos el regreso a los del zumba, que han reemplazado al alumnado por completo salvo a la niña espabilada de antes, que no da crédito ante la orgía de piruetas, brincos y culazos que se celebra a su alrededor. El vídeo termina antes de que aparezca la Guardia Civil, por desgracia. Los instintos que me susurraban Zéro de conduite al principio eran erróneos, pero el resultado ha sido mucho superior a lo que presentía.
Calamidad para Becky, porque el exceso del tren ochentero la ha pasado por encima. Baltimora se erigen vencedores, y la quinta ronda se celebrará solamente porque ya teníamos reservada la cancha.
BECKY G 1 - 3 BALTIMORA
RONDA 5: Mejor disco: Esquemas vs. Living in the Background
El de disco es casi un concepto obsoleto para artistas tan actuales como Becky, tan de singles y de streaming, pero aquí está Esquemas. ¿Aguanta el formato? De alguna manera, sí: como la cornucopia que es de vetas del mainstream, no habla muy favorablemente de la personalidad de su intérprete (a la que ya han caído acusaciones de vendida por abandonar el pop anglosajón en favor del sol latino que más calienta ahora mismo), pero es una buena sección transversal de todo lo que está en boga. Hay R&B modernete ("Dolores"), hay buena cumbiota sobre hacer el delicioso ("Fulanito", donde el invitado El Alfa nos regala el que es mi tipo de flow favorito, el modelo frenopático), hay hasta un revival del pop sesentero mezclado con cosas raras (apropiadamente "Flashback"). Sí que, especialmente al final, acabo un poco atosigado con tanto trap reggaetonero o reggaetón trapero que habla de mover el bullate, aunque cuando Becky tiene el apoyo de un beat con fuerza, como pasa en "Kill Bill" y especialmente "No mienten", con esa guitarrilla sampleada, alcanza quizá las mayores cumbres del disco. Difícil de compatibilizarlas, sin embargo, con otras como "Bailé con mi ex" (su paseo por el nu-disco de rigor, y también mi favorita de Esquemas), sobre un sanísimo encuentro con una pareja del pasado. Una bonita canción, pero también una muestra de las dicotomías de Becky, que generalmente desea a sus exes como mínimo que cojan el tifus. Cuando aclare sus ideas, si lo hace, el mundo estará a sus pies. Más todavía, quiero decir.
Si cuestionaba que la idea de álbum se adecúa al modus operandi de Becky G, con Baltimora no hay discusión: Living in the Background es una excusa para vender "Tarzan Boy", que en su versión extendida abre el LP, a gente que los italianos tenían algo más que ofrecer. Era cierto, pero este disco de 1985 se rige por la ley del mínimo esfuerzo. Cinco temas solamente acompañan a la del señor del taparrabos, que aún alargados para poder así conquistar los guateques de la época, apenas alcanzan a superar la media hora. No malinterpretéis, eso sí, mi desdén por el ánimo comercial que demuestra Living como un rechazo a la música que él contiene: "Tarzan Boy" sigue siendo un desparrame kitsch al que amar locamente, pero de las restantes las hay que destacan bastante, casi todos siguiendo a pies juntillas la intersección entre la new wave y el synthpop: "Running for Your Love" tiene un aire más hi-NRG, mientras que "Chinese Restaurant" parece seguir la estela del pop europeo de su era, al que le gustaba tanto dejarse llevar por el orientalismo. Quitando "Woody Boogie", un estupidísimo intento de replicar el éxito de "Tarzan Boy" por vía del pájaro loco, la cosa es más que potable, de hecho el más funky y sofisticado "Living in the Background" y especialmente la saxofonizada balada "Pull the Wires" (un bajonazo después del megahit, pero uno que se agradece), una slow jam que podía provenir de Wet Wet Wet (que siempre es un cumplido por mi parte) son estupendas, quizá superiores en calidad (si no en capacidad de enganchar) a la que hizo célebre al grupo. En resumen, un minidisco resultón, con potencial de ser algo más si no hubiera ganado la codicia a la paciencia.
Está ajustado, pero nunca prometí ser imparcial, y ya sabemos que el neón de los 80 me atrae cual polilla. Baltimora no da oportunidad a Becky de recuperar ni el honor siquiera, y ganan con todas las de la ley.
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