
Que Linkin Park sea tu grupo favorito no es nada fácil de sobrellevar. Tienes que lidiar constantemente con detractores de su particular estilo pop–rock–rap–metal–electrónico, con gente que les acusa de vendidos frente a su imagen underground de los primeros años, y con fans renegados a los que no les gusta el rumbo que han tomado últimamente. Y al mismo tiempo, en tu fuero interno te ves obligado a ir aceptando el brutal cambio de estilo que realizan en cada nuevo trabajo que sacan al mercado. A pesar de todo, merece la pena, aunque solo fuera por lo prolíficos que es el grupo, o por el cariño que profesa a sus seguidores (pero es que además, son una banda de una calidad innegable).